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La geoingeniería hace referencia al enfoque de propagación de productos químicos en la atmósfera superior para combatir el cambio climático, el cual reduciría las temperaturas a medida que las pequeñas partículas reflejan más luz solar lejos de la tierra.
Esta forma de geoingeniería, conocida como gestión de la radiación solar, tiene sus defensores, quienes argumentan que podría ser una solución relativamente rápida y económica para el calentamiento global. Dicen que el concepto es al menos digno de experimentación para comprenderlo mejor en caso de que la sociedad lo considere necesario en medio de una calamidad climática futura.
Pero la geoingeniería solar también tiene muchos críticos, y uno de los principales argumentos en contra es que puede tener consecuencias no deseadas. Claro, dicen estos críticos, las temperaturas pueden disminuir en todo el mundo, pero el enfoque puede tener otros efectos muy desiguales: sequía en tierras de abundancia, tal vez, o tormentas feroces en áreas que normalmente no son afectadas por el clima extremo. Eso podría llevar a la inestabilidad política, entre otras repercusiones.
Un nuevo estudio realizado por investigadores de Harvard, el Instituto de Tecnología de Massachusetts y otras instituciones sugiere que esos temores, al menos, podrían obviarse.
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La investigación, publicada en Nature Climate Change, muestra que un enfoque a mitad de camino (distribuir suficientes productos químicos a temperaturas más bajas, pero no a niveles preindustriales) no dejaría a una región peor que cualquier otra cuando se trata de grandes tormentas y otros impactos.
David Keith, un físico de Harvard que es un destacado investigador de geoingeniería y uno de los autores del estudio, describió la idea como “cortando el pico” del calentamiento global que se producirá a finales de este siglo, y confiando en los recortes en las emisiones de gases de efecto invernadero para ayudar a evitar lo peor del cambio climático.
“Nadie realmente pensó que tenía sentido utilizar la geoingeniería solar como sustituto de los recortes de emisiones”, dijo el Dr. Keith en una entrevista.
Al igual que todos los otros estudios de geoingeniería, este se realizó a través del modelado por computadora (aún no se han realizado experimentos al aire libre, aunque el Dr. Keith y otros han propuesto algunos). Las simulaciones fueron algo simplificadas, pero el Dr. Keith dijo que este fue un buen comienzo.
“Observamos un conjunto de variables mucho más relevantes para la política que antes”, dijo, incluyendo la “disponibilidad de agua”, que combina precipitación y evaporación y tiene más relación con la agricultura que solo la evaporación.
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Bill Hare, físico y director ejecutivo de Climate Analytics, un grupo de investigación y política sin fines de lucro, dijo que a pesar de los hallazgos del estudio sobre los impactos regionales, no abordó otras preocupaciones fundamentales sobre la geoingeniería solar; que no haría nada con respecto a la acidificación de los océanos por el dióxido de carbono, por ejemplo, y que podría haber un “choque de terminación”, o un recalentamiento rápido, si fuera detenido.
“Si estamos tratando de prevenir cambios peligrosos en el sistema climático, entonces realmente tenemos que lidiar con el problema fundamental del dióxido de carbono”, dijo el Dr. Hare.
Este texto apareció originalmente en The New York Times, puedes encontrar el original aquí.
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