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En unos años probablemente no será necesario viajar a los trópicos para estar expuesto al dengue o al zika. Las especies de mosquitos que transmiten los virus causantes de estas y otras enfermedades tendrán al calentamiento global como aliado para que su hábitat crezca. Zonas que hasta ahora eran demasiado frías se convertirán en lugares templados donde podrán vivir al menos unos meses al año.
La última proyección, y probablemente la más precisa, sobre la expansión de dos especies de mosquitos del género Aedes (aegypti y albopictus, más conocido como tigre) acaba de publicarse en la revista PLOS Neglected Tropical Diseases.
Muestra que en el peor escenario de cambio climático (hacia el que vamos si no se reducen las emisiones) estos insectos podrán reproducirse en prácticamente todo el planeta habitado en 2080 y amenazarán a 7,000 millones de personas, 1,000 millones más que hoy. Pero antes irán alcanzando cada vez más áreas al ritmo que suban los termómetros.
El mosquito tigre ya lleva unos años expandiéndose hacia el norte, por el Mediterráneo. Pero esta especie es la peor transmisora de virus que el Aedes aegypti, que necesita más calor.
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“Ahora el aumento de temperaturas va a hacer que las poblaciones de albopictus sean reemplazadas por aegypti, el principal vector del dengue, la fiebre amarilla, el zika, el chikungunya y la encefalitis japonesa; ahí es donde vamos a tener el problema”, subrayó Nerea Irigoyen, que lidera un grupo de investigación en virus del zika en la Universidad de Cambridge.
“Estas enfermedades, que consideramos estrictamente tropicales, ya han aparecido en áreas con climas adecuados, como Florida, porque los humanos son muy buenos para mover ambos insectos y sus patógenos por todo el mundo”, añadió Sadie J. Ryan, profesor de la Universidad de Florida y una de los autores principales del estudio.
Aunque la expansión del mosquito es prácticamente inevitable en mayor o menor medida (en los gráficos de arriba y abajo se detallan los escenarios), esto no quiere decir que las enfermedades de las que son vectores vayan a llegar automáticamente con ellos.
Como aclaró Irigoyen, la aparición de dolencias emergentes depende fundamentalmente de tres factores: los del propio virus y su capacidad de adaptación, que en el caso de los transmitidos por artrópodos (arbovirus) es mayor, puesto que tienen una gran facilidad para mutar; factores humanos, como superpoblación en grandes ciudades, contaminación, viajes transoceánicos y globalización; y, por último, factores climáticos, como el calentamiento global y fenómenos como El Niño, que permiten la expansión de poblaciones de mosquitos. A más inundaciones y agua estancada, más insectos.
La salubridad de los entornos es, pues, otra variante clave para la expansión de los mosquitos y las enfermedades que transmiten. Se vio claramente con los brotes de zika, que fueron mucho menores en Florida que en Puerto Rico, pese a un clima similar. Lugares insalubres, con charcos o neumáticos tirados (uno de los lugares característicos para la anidación de los insectos) son focos mucho más potentes que otros.
Colin Carlson, el otro autor principal del estudio, asegura que al no existir vacuna para la mayoría de las enfermedades que se expandirán con el cambio climático, la mejor línea de defensa es prevenir la propagación de mosquitos aedes.
“Eso significa vigilancia, rastrear su propagación y el control, deshacerse del agua estancada cerca de casa, disminuir el contacto mediante repelentes de insectos y mosquiteras”, enumeró.
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Además, los sistemas sanitarios de los países tropicales donde hoy son endémicas estas enfermedades son, por lo general, más débiles que los del norte, donde amenazan con expandirse. Los brotes en Europa y Estados Unidos serían más fáciles de detectar y tratar de forma eficaz, al menos en teoría.
Según el peor escenario de la investigación, las temperaturas pueden crecer tanto que haya zonas en las que hoy estos mosquitos proliferan en las que haga incluso demasiado calor para ellos. Pero ni en ese caso bajaría el número de personas amenazadas, dado el aumento de las poblaciones y las concentraciones urbanas. Además, como apuntó Irigoyen, si las temperaturas suben a esos niveles (por encima de 3°) seguramente los mosquitos no sean nuestra principal preocupación.
Este texto apareció originalmente en el diario El País, puedes encontrar el original aquí.
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