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Desde hace ya varios años, Chile afronta una gran sequía. Sin embargo, para sorpresa de muchos, el sector eléctrico ha permanecido indemne a esta crisis.
Años atrás, una sequía de esta magnitud, tendría al país con varias horas de racionamiento al día, tal como sucedió en los años 1998 y 1999. La gran diferencia con la situación actual radica en que hoy en día Chile tiene una matriz de generación eléctrica mucho más diversificada, donde la hidroelectricidad solo representa el 28% de nuestra matriz. En 1998 el Sistema Interconectado Central dependía de más del 60% de este recurso.
Diversos factores han contribuido a disminuir dicha dependencia. En primer lugar, la baja de los precios de las tecnologías solar, fotovoltaica y eólica ha permitido su instalación masiva en Chile. Así, en la actualidad, el Sistema Interconectado Nacional (SIN) cuenta con más de 5,000 MW instalados de estas tecnologías, que equivalen al 20% de la capacidad total del sistema. Adicionalmente, hay proyectos en construcción, fotovoltaicos y eólicos, por casi 4,000 MW.
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No menos importante ha sido la interconexión de los sistemas eléctricos más relevantes del país, los antes denominados SIC y SING, que ha permitido el respaldo entre ambos y una menor dependencia de las centrales hidroeléctricas.
Sin embargo, pese a la menor dependencia, la energía hidráulica sigue siendo muy importante para el sistema eléctrico, ya que le otorga flexibilidad al poder acumular agua para utilizarla cuando las centrales eólicas y fotovoltaicas no operan por falta del recurso respectivo.
La hidroelectricidad es de respuesta rápida y flexible, por lo que constituyen un complemento ideal para fuentes intermitentes como la solar fotovoltaica y eólica, permitiendo una mayor incorporación de ellas al sistema y otorgando estabilidad al suministro eléctrico.
Ahora bien, en casos de sequía, la falta de hidroelectricidad debe ser suplida por las centrales termoeléctricas existentes, que dado que utilizan combustibles fósiles tienen el inconveniente de sus emisiones y no presentan la flexibilidad de las centrales hidráulicas.
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Una nueva alternativa son las baterías de litio cuya competitividad dependerá del costo y del valor que proporcionen al sistema eléctrico, como también de cómo se traten los efectos ambientales de su desmantelamiento y disposición una vez que acaben su vida útil.
Con todo, la hidroelectricidad ha sido un gran aporte para el abastecimiento eléctrico y podría seguir siéndolo si las condiciones hidrológicas lo permiten. Si no lo permiten, el sistema deberá contar con los recursos térmicos necesarios para hacer frente a la variabilidad de las fuentes ERNC.
Por el momento, el país cuenta con ellos en la forma de centrales termoeléctricas, las que por un tiempo nos protegerán de eventuales racionamientos.
Este texto apareció originalmente en La Tercera, puedes ver el original aquí.
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