Cinco inventos ecológicos que ayudan a reducir el impacto ambiental
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- Escrito por La Nación - Foto por bitetoothpaste/Twitter
Científicos de todo el mundo concuerdan en que sólo tenemos 10 años para hacer cambios significativos en la forma en que consumimos recursos antes de que las consecuencias sean irreversibles.
En ese contexto los consumidores están empezando a exigirle a las empresas que piensen en modelos de producción sostenibles y a las marcas no les está quedando otra que reconocerlo: si no cambian; no venden, por lo que por primera vez en la historia la enorme mayoría está empezando a invertir en sustentabilidad, si no es por genuino compromiso, al menos por necesidad de supervivencia frente a las imposiciones del mercado.
“La sustentabilidad es una ola que no se detiene. O aprendemos a surfearla y preparamos la tabla, o el tsunami arrasa con todo. Las empresas se están dando cuenta que su contexto demanda cambios cada vez más sustanciales a nivel ambiental y social. Ya hay normativas explícitas que las presionan consumidores cada vez más exigente en lo que compran, cómo lo compran y a quién se lo compran.
Las empresas están considerando presupuestos que incluyen inversiones de impacto y, sobre todo, la medición y compensación de su huella de carbono, algo clave, sobre todo después de que hace poco, en la COP 25 de Madrid, se hiciera énfasis en las empresas ZERO, es decir, que no emiten carbono o bien compensan al 100% sus emisiones para 2030″ cuenta Belén Arce, asesora en sustentabilidad, profesora de la UCES en Responsabilidad Social Empresaria y Desarrollo Sustentable y consultora en de empresas B en su camino hacia una producción ecológica.
Gracias a este enorme cambio que está ocurriendo, están prosperando y haciéndose realidad muchos inventos eco que antes solo eran una linda idea.
Burbujas de agua comestibles
La marca Skipping Rocks Lab empezó a fabricar unas bolitas que se llaman Ooho y que están hechas a base de una membrana de gel de alginato de sodio comestible (es decir, algas), que son capaces de almacenar líquidos sin problemas y que parecen ser la solución para eliminar el consumo de botellas plásticas.
El material con que se hacen es mucho más barato que el plástico y también se puede usar para otras cosas, por ejemplo, hacer sachets de aderezos y otro tipo de envoltorios. Lo mejor es que se fabrica con una de las fuentes más renovables del mundo: las algas marrones.
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Como si eso fuera poco, sus jóvenes creadores (el arquitecto español Rodrigo García González y el ingeniero francés Pierre-Yves Paslier) están además desarrollando máquinas que producen alrededor de 100 Oohos cada 10 minutos, de forma que no sea necesario usar contenedores para transportarlas.
Piscinas de contenedores
Esta tendencia de upcycling o suprarreciclaje se está adueñando del continente australiano: reutilizar contenedores de envíos marítimos para convertirlos en piletas. Es furor gracias a su bajo costo (cuestan mucho menos que una pileta tradicional), tamaño reducido para propiedades chicas (las hay de entre 6 y 12 metros, la medida estándar de los contenedores) y especialmente por su sencilla instalación que permite empezar a usarlas de inmeditato.
A diferencia de las piletas tradicionales, no hace falta enterrarlas, porque se colocan sobre bases de madera en altura que hasta pueden incluir ventanas a los costados para poder ver a los nadadores en movimiento. La forma de reconvertirlos implica primero tratarlos contra el óxido, para luego recubrirlos con láminas de acero inoxidable, vinilo y fibra de vidrio, además de un sistema de filtrado del agua e incluso de iluminación, si así lo desea el comprador. ¿Otro dato genial? Si te mudas, te las puedes llevar contigo en un camión.
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Cubiertos y vajillas comestibles
Hace poco fue noticia que una aerolínea australiana empezó a incluir en sus vuelos tacitas comestibles para servir el café a bordo. Las está fabricando la marca australiana Twiice, que logró crear una masa tipo biscotti que, luego de cocinarse dos veces, resiste bebidas calientes y otros líquidos hasta por 24 horas. Eso sí, ojo con comerlas antes de tiempo porque pueden ocurrir accidentes.
Otra marca similar que está haciendo la diferencia en la India es Bakeys. Fue fundada allá por 2010 a través de crowdfunding por el científico Narayana Peesapati como una forma de solucionar el enorme problema con la basura que tienen en ese país, donde se producen más de 15 mil toneladas de plástico al día.
Se fabrican con harina de sorgo, trigo y arroz y, aunque son totalmente biodegradables y comestibles, se pueden guardar por dos años sin problema. Su sabor, además, es neutro, por lo que absorben el de la comida que estás consumiendo. La empresa es la principal proveedora de cucharas de Café Coffee Day, una cadena muy conocida por esos lares.
Pajillas de algas
Dos ingenieras industriales norteamericanas, Chelsea Briganti y Leigh Ann Tucker crearon Loliware, un emprendimiento que comercializa pajitas que se ven y se sienten como plástico, pero que, en realidad, están hechas con algas 100% biodegradables que, luego de ser tratadas, se bancan 18 horas de uso continuo en líquidos.
Vienen de varios sabores y colores y, según anuncian, van a empezar a comercializarlas masivamente a lo largo de 2020 junto con vasos y demás insumos.
Pasta dental en pastillas
Bite es una pasta de dientes que en su producción solo utiliza materiales reciclables y biodegradables. La idea se le ocurrió a la productora Lindsay McCormick en 2018, después de buscar como loca alternativas zero waste a los clásicos tubitos.
Como no encontró nada que la satisficiera, decidió lanzar su propia marca, que desde entonces no para de crecer. Antes tuvo que hacer cursos de química, hablar con muchos dentistas y comprarse una máquina para hacer pastillas que operaba desde su casa.
El resultado es un producto sin químicos ni abrasivos fuertes, que viene en dos versiones (menta y menta con carbón activado) y al que solo hay que darle un pequeño mordisco y agregarle agua. Si todos usáramos una alternativa como esta, el planeta se ahorraría el billón de tubos plásticos de dentífrico que se tiran a la basura cada año, unos 50 edificios Empire State.
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Este texto apareció originalmente en La Nación, puedes ver el original aquí.