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El 11 de marzo el director general de la Organización Mundial de la Salud proclamó cómo emergencia internacional el brote de Coronavirus (COVID-19), declarándola como pandemia. Esto con motivo de la rápida transmisión y el alcance internacional de propagación que ha tenido esta enfermedad.
Con casi 125,000 casos registrados, a lo largo de 118 países, durante estas últimas semanas; el número de casos notificados fuera de China se ha multiplicado casi por 13 y el número de países afectados casi se ha triplicado, declaró el Dr. Tedros Adhanom, director general de la OMS.
La contaminación del aire es una de las causas más frecuentes de mortalidad en la humanidad. Los altos índices de gases de efecto invernadero antropogénicos en el aire que respiramos, facilitan el transporte de virus y bacterias, de ahí la importancia de cuidar el medio ambiente.
Si bien, aún no existen estudios que hablen de la relación directa de la contaminación con el COVID-19, no es difícil deducir que uno de los países con mayor número de habitantes a nivel mundial, y con índices de contaminación altos, sea propenso a que se formulen o muten nuevas enfermedades, como ha sido el caso de los múltiples virus gripales registrados en países como China.
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Los microbios mutan y se adaptan sin cesar, generando enfermedades emergentes y epidemias de impacto mortal, a esto sumemos el ambiente contaminado, medio perfecto para la sobrevivencia de nuevas bacterias. Es fácil aprender a cuidar nuestro planeta, con años de antelación se ha motivado a las personas a reciclar y hacer uso de otras medidas ecológicas que mantengan un ambiente óptimo para nuestra salud.
La OMS en coordinación con la Organización Meteorológica Mundial (OMM), reportan que el 92% de la población mundial habita en áreas en las que la contaminación atmosférica supera los límites recomendados. África, Asia, Europa del Este y Oriente concentran las mayores emisiones de dióxido de carbono y el 94% de las muertes asociadas a la contaminación del aire o contaminación atmosférica.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE), indicó en un estudio reciente que Georgia, país eurasiático, encabeza la clasificación de los países con mayor mortalidad asociada a la contaminación ambiental, con 300 muertes por cada 100,000 habitantes.
Por otro lado, el incremento irregular de las temperaturas a nivel local y global, está científicamente comprobado que influyen en el desarrollo de bacterias. Y en otras circunstancias, como lo que sucede con el derretimiento de hielo tibetano, donde virus mortales alojados han sido descubiertos dentro de casquetes helados con 15 mil años de antigüedad.
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Aun cuando es un desafío enorme mantener a nuestro planeta totalmente limpio, debido a la relación estrecha que tiene el poder del mercado sobre el poder político. De forma personal, podemos hacer que nuestro medio ambiente comience a sanar y desde casa formular rutinas diarias que contaminen menos.
Buscar alternativas orgánicas, ecológicas y sustentables, vivir en un entorno limpio funcionaria con nuestro día a día. Como el caso de Singapur, país asiático quien implementó una campaña de limpieza para evitar la propagación del COVID-19.
Otras de las consecuencias claras que favorecen la aparición y el refuerzo de muchas enfermedades, es la contaminación del agua. El derrame de múltiples residuos nocivos, ya sean orgánicos o industriales, y el acumulación de aguas residuales incrementan el riesgo latente de enfermedades como el Dengue, Tuberculosis y muchas otras crónicas como el Cáncer.
Este texto apareció originalmente en Meteored, puedes ver el original aquí.
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