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Los terremotos ocurridos en Puerto Rico a principio de año no solo afectaron a residencias y escuelas sino también a los arrecifes de corales en el sur de la isla, lo que llevó a un grupo de geólogos y biólogos marinos a rescatar hasta marzo, algunos de estos, en peligro de extinción.
Debido al tiempo en el que la población de la isla lleva confinada, más de 40 días, en caso de que hubiera algún otro coral afectado este ya habría muerto.
Dirigidos por el geólogo y director de actividades subacuáticas del Departamento de Ciencias Marinas de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez (RUM), Milton Carlo, los científicos se movilizaron a hacer buceos exploratorios en los arrecifes del área, específicamente en “Pináculos” y “Turrumote”.
Ambos arrecifes se ubican a un mínimo de 3 millas (4.8 kilómetros) de La Parguera y se encuentran grandes colonias de corales del género “Orbicella faveolata”, que, según dijo a EFEverde Carlo, “tienen la forma de una sombrilla”.
Fueron unos vídeos tomados por unos pescadores y colgados en las redes sociales que mostraban una grieta en uno de los corales, ubicados a unos 15 metros de profundidad, los que llevaron a los geólogos y biólogos marinos a verificar el área.
Carlo señala que entre 10 y 40 colonias de corales en varios arrecifes de La Parguera se vieron afectados por los dos temblores más fuertes registrados este año, uno de magnitud 5.8, el 6 de enero, y el más potente, de 6.4 el 7 de enero.
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Según el científico, uno de los corales más afectados, de unos 227 kilos, no estaba firme, lo que provocó que se rompiera su base y se volteara con su tejido vivo invertido, por lo que quedaban en peligro de muerte en solo semanas si no se atendía.
Para voltear los corales, el equipo científico utiliza unas bolsas de levantamiento especiales. Por ello, el grupo de expertos empezó a acudir a la zona y voltear al menos dos corales, uno de aproximadamente 300 años y otro de casi 2.44 metros y de unos 400 años.
Carlo admitió que el trabajo de voltear estos corales “no es usual”, pero debido al peligro de que estos se dieran la vuelta y ante el miedo de que se fueran a perder, se rescataron.
“Voltear un coral es básicamente como tomar un anciano y revivirlo, como si le dieras resucitación cardiopulmonar“, sostuvo.
Un coral está formado por pólipos, que son pequeños animalitos, que usan la luz del sol, sobreviven a temperaturas mayores a 15°C y contienen dinoflagelados. El arrecife “Pináculos”, según dijo Carlo, son colonias de coral que pueden tener entre 800 y 1,000 años de edad.
Carlo indicó que la causa principal para que un coral pueda partirse en condiciones normales es por bioerosión, “pero los temblores hicieron acelerar y aumentar la cantidad de estos que se afectaron”.
“Por lo general, los corales no tienen la estructura o raíces que posee un árbol o un edificio. El tamaño depende de la edad. Mientras más grande, mayores son”, indicó Carlo, quien trabaja en los laboratorios del Departamento de Ciencias Marinas del campus de Mayagüez, en Isla Magueyes de Lajas.
Los arrecifes de coral son el hábitat del 25 % de las especies marinas del mundo, pero también son frágiles por huracanes y la crisis climática. De acuerdo con Carlo, los corales se encuentran mayormente en el área del trópico y entre ellos compiten por la luz del sol y por espacio para sobrevivir, continuar desarrollándose y seguir creciendo.
No obstante, el proceso de crecimiento de estos se ha limitado en los pasados 40 años debido a la sedimentación generada por las construcciones en las zonas costeras, agregó el científico.
“La importancia de un arrecife es porque representa una barrera de protección, al igual que los manglares. Básicamente es el mismo trabajo de disminuir la altura y velocidad del oleaje, además de ser la residencia de miles de peces e invertebrados”, explicó.
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El trabajo de recuperar los corales es “una misión”, dice Miguel Figuerola, estudiante de maestría en Ciencias Marinas con especialización en Oceanografía Biológica del RUM.
“Es una experiencia única que no podíamos dejar pasar en la vida. Ayudar a rescatar una colonia rinde frutos y es parte de la conservación de un ecosistema altamente amenazado”, sostuvo.
Figuerola comparó voltear un coral con el corte de un árbol de gran tamaño, en el sentido de que primero se evalúa el área donde va a caer y se necesita el equipo necesario para poder levantarlo del fondo. En estos casos se usan las bolsas de levantamiento.
“El coral no tiene que ser muy fuerte para romperse. Al no tener mucho soporte, colapsa fácilmente. Hay algunas colonias bien ancladas al sustrato del arrecife, que su peso está bien distribuido y se van a quedar pegados, pero otras no”, agregó Figuerola, de 29 años.
La rotura también depende de la especie del coral y el estado de erosión del arrecife, pues esto “tiene mucho que ver con la densidad esqueletal tanto de colonias específicas como del arrecife completo, porque mientras más denso y consolidado son los esqueletos de coral, más difícil de agrietarse”, agregó.
“Con cada réplica, se va agrietando más. Es comparable con una casa”, dijo Figuerola, quien explicó que “un arrecife es como un edificio, que tiene columnas, paredes y techo, pero mucho más asimétrico”.
Este texto apareció originalmente en EfeVerde, puedes ver el original aquí.
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