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La devastación de la Amazonia brasileña sigue avanzando y acaba de registrar su peor índice en una década, con el aumento de casi un 14% en la deforestación entre agosto de 2017 y julio de este año. La destrucción de la selva amazónica de Brasil es el resultado de la invasión de latifundios y de la tala descontrolada de árboles.
Los datos revelados por los ministerios de Medio Ambiente y de Ciencia y Tecnología de Brasil preocupan especialmente por registrarse poco antes de la llegada del futuro presidente, Jair Bolsonaro, que rechaza el cambio climático y los estudios sobre la preservación de la selva amazónica de Brasil.
La deforestación es un factor clave detrás del calentamiento global, ya que aporta entre un 15% y 20% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, según las estimaciones del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático de la ONU (IPCC). La razón está tanto en el cambio de uso del suelo y la tala de árboles, como en la utilización de fuego y de maquinaria que consume combustibles fósiles.
Según los datos del Gobierno de Brasil, el área deforestada en un año ha llegado a los 7,900 kilómetros cuadrados, un tamaño casi equivalente al de la superficie de la Comunidad de Madrid. La cifra, además, supone un aumento del 13.7% en relación al período anterior, cuando se perdieron otros 6,947 kilómetros de selva. Los estados con peores datos son Pará, Mato Grosso, Rondonia y Amazonas.
La monitorización de la vegetación perdida es realizada por el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE) a partir de imágenes por satélite, que detectan las áreas deforestadas. En esas regiones, además del avance de la agricultura, la ganadería y la tala ilegal, existen también crímenes como el narcotráfico.
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El Observatorio del Clima, una red de organizaciones no gubernamentales, aseguró en un comunicado que los datos no son una sorpresa. Para la organización, el aumento registrado “pese a los esfuerzos del Ministerio de Medio Ambiente” por luchar “contra los crímenes ambientales en la Amazonia”, es resultado no sólo del clima, sino también de la economía, y del incremento de los precios de los productos agrícolas, que estimulan la destrucción de la selva.
La red sugiere que el año electoral ha resentido la cooperación de los estados con el Instituto Brasileño del Medio Ambiente (Ibama), importante órgano estatal de fiscalización, que ha sido blanco de ataques en el último año, y de críticas del futuro presidente Bolsonaro.
“El presidente electo prometió durante la campaña poner fin a los controles ambientales en Brasil y es lo que está ocurriendo en este exacto momento: el equipo de transición, con terratenientes en el liderazgo, desmerece las atribuciones del Ministerio del Medio Ambiente”, advirtió el Observatorio.
El presidente electo ya trató de extinguir ese ministerio y restó importancia a la preservación de la Amazonia y de los territorios indígenas. Bolsonaro anunció que en su futuro ministerio de Agricultura estará la diputada Teresa Cristina Correa da Costa, presidenta de la representación de los terratenientes en el Congreso y conocida como “musa del veneno” por defender la ley que libera el uso de agrotóxicos en las plantaciones.
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Para los investigadores del Observatorio, la deforestación de la Amazonia brasileña puede triplicarse durante el próximo Gobierno, volviendo a los niveles de principios del siglo, si se cumplen “las amenazas” de Bolsonaro.
“Inclusive, si no ocurre lo peor, la tendencia de los próximos años es que haya más deforestación, más violencia en el campo, más contaminación y menos eficiencia en la producción de materias primas en la Amazonia”, concluyó el documento.
El Ministerio del Medio Ambiente informó que, pese al resultado negativo, el año pasado reforzó las acciones contra la deforestación y creó dos unidades de preservación. Hubo un aumento de fiscalizaciones y de incautación de madera ilegal.
Este texto apareció originalmente en ABC, puedes encontrar el original aquí.
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