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El Instituto Humboldt de Colombia lanzó un SOS para generar conciencia sobre el daño medioambiental que supone una costumbre muy arraigada en la región Caribe de ese país: el consumo de carne y huevos de iguana y tortuga. Si bien se trata de una actividad ilegal, la venta de los huevos se hace sin pudor alguno: los comerciantes se cuelgan racimos con decenas de ellos en el cuello, para ofrecerlos a los potenciales interesados.
Este comercio alcanza su apogeo justo antes de Semana Santa. Como la tradición católica impide el consumo de carnes rojas, algunos ven en la carne de iguana, de tortugas como la hicotea o la morrocoy e incluso de caimán una opción distinta al pollo y al pescado. Las tres primeras especies, de hecho, encabezan la lista de las especies silvestres más traficadas en Colombia.
La Policía Nacional asegura que se trata del tercer negocio ilegal más grande y rentable a nivel planetario, uno que mueve 17,000 mil millones de dólares en todo el mundo, según Interpol. En 2017, las fuerzas de seguridad colombianas incautaron 21.127 especímenes de fauna, de los cuales las más numerosas fueron la iguana verde (9,588), seguida por la tortuga hicotea (8,121), babilla o caimán de anteojos (3,537), canario (607) y perezoso (157).
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Aunque la Semana Santa se celebra en abril, ya a comienzos de cada año empieza la pesadilla para los animales silvestres, y los decomisos ya aumentan en distintos puntos del país. Por ello, el director del Instituto Humboldt, Hernando García, recordó que “las tradiciones y el arraigo cultural pueden causar graves impactos en nuestra biodiversidad”, y mencionó que las tortugas hicotea y morrocoy ya están catalogadas como especies vulnerables a la extinción.
Y si bien las iguanas no están en peligro, la práctica de extraerles los huevos a las hembras es bastante brutal y, en algunos casos, la tortura recién comienza ahí. Hay vendedores que las cosen tras rellenarlas vivas con piedras. Otras veces las dejan abandonadas, condenándolas a una muerte segura, y en otras ocasiones esperan su deceso para comercializar sus carnes.
“Esa práctica nefasta de rellenar los vientres de las iguanas se ve con frecuencia en sitios de Córdoba y Sucre. Sin embargo, algunos de los cazadores solo las abren, les sacan los huevos y las dejan así hasta que mueren”, precisa Andrés Rymel Acosta, curador de la colección biológica de herpetología del Instituto Humboldt.
Este texto apareció originalmente en DW, puedes ver el original aquí.
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