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Al escuchar sobre contaminación, solemos pensar en combustibles fósiles, incendios forestales o plástico. Sin embargo, el desperdicio de comida es uno de los mayores contaminantes del planeta, un problema que está pasando desapercibido.
Tan solo en 2019, se desperdiciaron 931 millones de toneladas de alimentos vendidos a hogares, minoristas y restaurantes, equivalente al 17% de los alimentos disponibles en el mercado. Según el informe sobre el índice de desperdicio de alimentos 2021 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Este informe no solo analizó las partes comestibles, sino también las no comestibles, como los huesos y cáscaras que usualmente terminan directamente en los basureros. Imagina la cantidad de huesos que pueden acumularse en un día de todos los pollos que se comen en un restaurante o un supermercado, ahora multiplícalo por cada sucursal similar que existe en el mundo.
También se suele creer que por ser restos “orgánicos”, estos no son dañinos para el ambiente y eventualmente desaparecen. Lo cierto, es que si estas “sobras” no son procesadas correctamente, pueden llegar a contaminar de la misma forma que los desechos plásticos, descomponiéndose y acumulándose en los vertederos del mundo, que liberan gases contaminantes de efecto invernadero a la atmósfera.
Si el desperdicio de alimentos fuera un país, este sería el tercer mayor emisor de gases efecto invernadero y el que más abusa del agua de riego, según Ren Wang en el congreso internacional “Save Food”. Ahora, si hablamos de una medición más concreta, si juntamos toda la tierra utilizada para la producción de alimentos que son desperdiciados, sería el segundo país más grande del mundo.
Quién contamina más, ¿una cadena de restaurantes o un hogar promedio? Puede que lo más lógico sea pensar en los restaurantes, ya que producen comida prácticamente todo el día. Sin embargo, los servicios de alimentación desperdician el 5% de su comida, y los establecimientos minoristas un 2%, mientras que los hogares desperdician el 11% de sus alimentos.
“A nivel mundial, per cápita, cada año se desperdician 121 kilogramos de alimentos a nivel del consumidor, y 74 de esos kilogramos se desperdician en hogares”, indica el informe.
Entonces, ¿cuánto contamina el desperdicio de alimentos? Actualmente, entre el 8% y 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero pertenecen a este sector. Reducir este problema no solo ayudaría a disminuir la contaminación de basura, también tiene un impacto la destrucción de la naturaleza, que es lo que conlleva producir la comida en tierras explotadas y deforestadas.
También se reduciría el hambre en el mundo, especialmente haría una gran diferencia en los países más vulnerables, donde la disponibilidad de alimentos es casi nula. Según la FAO, se desperdician aproximadamente 1,300 millones de toneladas de alimentos al año, mientras que 842 personas sufren de hambre crónica en el mundo. Estos alimentos producidos, pero que nunca llegan a comerse, serían suficientes para alimentar a 2 mil millones de personas.
“Si queremos tomarnos en serio la lucha contra el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la contaminación y los residuos, entonces las empresas, los gobiernos y los ciudadanos de todo el mundo deben hacer su parte para reducir el desperdicio de alimentos”, comentó Iger Adersen, directora ejecutiva del PNUMA, respecto a la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de la ONU, que se llevó a cabo con el propósito de lanzar nuevas acciones para abordar el desperdicios de alimentos en el mundo.
Existen muchas formas de desperdiciar comida además de solo “tirar las sobras” al basurero. La pérdida de alimentos sucede mucho antes de que estos lleguen a nuestras manos, como en la etapa de producción; durante la etapa de recolección, dependiendo qué alimento sea y cómo se venda, los productores suelen desechar los productos en mal estado o que no son parte de las piezas que venden. Lo mismo sucede durante la etapa de transportación y almacenamiento.
Un ejemplo de esto sucede en los días festivos, como Navidad o fiestas nacionales, seguro has escuchado la frase “mejor que sobre a que falte”; esta ideología ha llevado a un consumismo irregular, pues durante estas temporadas altas, las empresas suelen multiplicar su producción para satisfacer la alta demanda. Sin embargo, debido a que son consumos difíciles de predecir, mucha de esta mercadería suele acumularse y finalmente caducan, por lo que debe ser desechada.
Entonces, ¿qué podemos hacer? La solución más simple que podemos hacer todos es reducir nuestro consumo, al hacerlo de forma masiva, estas acciones pueden convertirse en mediciones más concretas para las empresas productoras de alimentos y así, dismuir la demanda de productos y su sobreproducción.
Otra solución para gestionar el desperdicio en tu hogar es el compost o composta, una práctica que cada vez está siendo más común entre los hogares que buscan ser sostenibles. Con el compost reduces tu huella de carbono mediante la gestión de desechos orgánicos, como un basurero natural, el cual permite que estos desechos se descompongan adecuadamente hasta convertirse en abono que puede ser utilizado de vuelta en la tierra. Además, reduce la dependencia de fertilizantes químicos y ayuda a recuperar la fertilidad del suelo.
Actualmente, el PNUMA está realizando mediciones sobre el consumo de alimentos a nivel global, estos datos permiten crear planes de producción más organizados y de manera que puedan repartirse los recursos de una forma más equitativa. Después de su reciente informe, la organización lanzará grupos de trabajo que ayudarán a desarrollar estrategias que prevengan el desperdicio y cumplan con los ODS para finales de 2022.
También están creciendo cada vez más movimientos y emprendimientos que evitan que los desperdicios de comida ya producidos terminen en la basura, especialmente las “sobras” de los restaurantes que aún pueden ser consumidas al final del día, todo está en cambiar de mentalidad y comenzar a consumir este tipo de servicios que son una forma de reducir el desperdicio y al mismo tiempo, una opción más económica.
Los supermercados por su parte, están intentando implementar un nuevo sistema de etiquetado de expiración en sus productos, haciendo que los alimentos que están más cercanos a su fecha límite puedan ser comprados lo más pronto posible, ya que estos aún son comestibles. También están rompiendo el estereotipo de vender solo frutas y verduras “bonitas” y así dejar de descartar aquellos que resultan tener un aspecto deforme, pues siguen teniendo la misma calidad que los demás productos.
La clave para detener el desperdicio de comida no está en las empresas, está el comportamiento del consumidor, antes de optar por estas soluciones de qué hacer con el desperdicio se puede reducir y evitar que se produzca.
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