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El Svalbard Global Seed Vault es un depósito ubicado a unos 122 metros dentro de una montaña en una isla en Noruega. Esta bóveda subterránea contiene más de 5,000 especies de cultivos, entre ellos, arroz y trigo.
La bóveda es quizás el proyecto más conocido en una creciente campaña global para almacenar fenómenos en peligro. Científicos, gobiernos e incluso empresas privadas han trabajado muy bien para crear estos “bancos de la naturaleza”.
El Frozen Zoo de San Diego (Estados Unidos) preserva de forma criogénica cultivos de células vivas, esperma, huevos y embriones de unas 1,000 especies en nitrógeno líquido. Dentro del National Ice Core Laboratory, en Lakewood, Colorado (Estados Unidos), un congelador masivo contiene aproximadamente 18,900 metros de barras de hielo de glaciares y capas de hielo de la Antártida, Groenlandia y Norteamérica.
El Smithsonian´s National Zoo en Washington (EE. UU.) cuenta con la colección más grande del mundo de leche congelada de animales exóticos, desde mamíferos grandes como las orcas hasta pequeños murciélagos. Esto específicamente para ayudar a los investigadores a descubrir cómo nutrir a los miembros más vulnerables de cualquier especie, las crías.
Un proyecto internacional llamado Amphibian Ark se dedica a la conservación ex situ mediante la reubicación de anfibios, la clase de animales más amenazada, en ambientes cerrados para su custodia y recolección de esperma.
Zisis Kozlakidis, presidente de la Sociedad Internacional de Repositorios Biológicos y Medioambientales, una organización que representa unos 1,300 biobancos con especímenes como virus y las células reproductoras de animales exóticos. Kozlakidis dijo que “hay una sensación muy intensa de que estamos perdiendo biodiversidad más rápido de lo que podemos entender”.
Un creciente consenso entre los científicos sostiene que ahora vivimos en el Antropoceno, una época definida por el impacto de la humanidad en los ecosistemas planetarios. Somos responsables de la extinción actual de especies, no por algún asteroide o erupción volcánica. Los cambios van mucho más allá de la desaparición de animales: hemos alterado la composición de la atmósfera y cambiado la química de los océanos. En pocas décadas hemos logrado distorsionar una realidad biológica, química y física que fue relativamente constante durante milenios. Y ahora, ante estas transformaciones, estamos tratando desesperadamente de aferrarnos y preservar lo que queda.
Estos bancos se construyen para entender mejor, pero quizás también para salvar un mundo que está desapareciendo. El plan es estudiar estos especímenes ahora, pero también entregarlos al futuro, cuando los científicos estén más avanzados, tecnológicamente y también que sean más inteligentes.
Pero el mundo, como siempre, está cambiando y ahora estamos fomentando y acelerando ese proceso que no entendemos completamente. Los propios bancos son vulnerables a ese cambio. Todo tipo de cosas pueden salir mal: cortes de energía, generadores de respaldo que resulten defectuosos, incendios, inundaciones, terremotos, contaminación, escasez de nitrógeno líquido, guerra, robo, negligencia, etc.
Lástima que no se aplicó a tiempo el dicho, “más vale prevenir que lamentar”, porque con estas bóvedas, se está previniendo, pero ya lamentamos muchas pérdidas, y todavía hay pendientes y si no tenemos cuidado, ni las bóvedas o “arcas” nos podrán salvar.
A continuación encontrarás una lista de algunas de las bóvedas o bancos principales.
Este texto apareció originalmente en The New York Times, puedes encontrar el original en inglés aquí.
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