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A 515 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico, una estación meteorológica en la ciudad más septentrional de los Estados Unidos, Utqiaġvik (antes Barrow), Alaska, ha recopilado datos de temperatura desde la década de 1920.
A principios de este mes, mientras preparaban un informe sobre el clima de los EE. UU., los expertos de los Centros Nacionales de Información Ambiental (NCEI) notaron algo extraño: les faltaban datos de Utqiaġvik durante todo 2017 y parte de 2016.
Resulta que las temperaturas registradas en Utqiaġvik durante ese tiempo fueron más cálidas de lo normal. Tanto así, que un sistema informático automatizado configurado para controlar los datos y eliminar irregularidades lo había marcado como irreal y lo excluía del informe.
Deke Arndt, jefe de la Subdivisión de Monitoreo Climático de la NOAA, explicó el evento:
“Ante el cambio climático regional en y cerca del Ártico, la temperatura promedio observada en la estación meteorológica de Utqiaġvik ha cambiado tan rápidamente que desencadenó un algoritmo diseñado para detectar cambios artificiales en la instrumentación o el entorno de la estación y se descalificó del análisis de temperatura de Alaska del NCEI, dejando el norte de Alaska con un análisis un poco más frío de lo que realmente era”.
En la averiguación que realizó posteriormente, de cómo podría ocurrir algo como esto, Arndt señaló que, con el tiempo: cosas como la ubicación precisa de una estación meteorológica, el equipo de registro de temperatura y los procedimientos básicos pueden cambiar, lo que lleva a variaciones en sus datos.
Para dar cuenta de eso, el NCEI ha desarrollado un algoritmo que ayuda a filtrar el ruido y alerta a los científicos si algo, como por ejemplo un sensor roto, necesita ser revisado.
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Desde 1979, el primer año en que el hielo marino comenzó a ser monitoreado por satélite, las temperaturas promedio de Utqiaġvik desde enero hasta septiembre han subido 1.05°C, un cambio casi dos veces mayor que el observado en los 48 estados más bajos.
Y en octubre, noviembre y diciembre, las temperaturas se han disparado de manera positiva, con diferencias de 4.33°C, 3.83°C y 2.61°C respectivamente, dijo Arndt.
Esas temperaturas más cálidas significan que la cantidad de hielo marino del Ártico en la zona ha disminuido drásticamente, lo que provoca un calentamiento aún mayor. Y a medida que ese círculo vicioso se complicó, la estación meteorológica de Utqiaġvik hizo lo que se suponía que debía hacer: envió una gran bandera roja que decía que algo se pudo haber roto.
Resulta que no fue la estación la que se averió. Era el clima el problema.
Lo que sucedió en Utqiaġvik es una visión aterradora del futuro del resto del mundo. En un perfil de 2010 de la aldea remota y su paisaje rápidamente cambiante, el Smithsonian concluyó que era “la zona cero para el cambio climático”.
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“Como una estación relativamente aislada, que experimenta un cambio profundo y único, Utqiaġvik estaba destinada a ser marcada”, escribió Arndt. “Y sucedió este mes. Habiendo construido la confianza de que se estaba produciendo una interrupción en la estación, la prueba PHA marcó retroactivamente los últimos 16 meses y los eliminó del análisis mensual”.
“Pero en este caso, en lugar de un cambio de estación, o expansión urbana, o un cambio de equipo, en realidad fue un cambio climático muy real que alteró el medio ambiente, eliminando gran parte del hielo marino que solía estar cerca”.
Este texto apareció originalmente en The Huffington Post, puedes encontrar el original en inglés aquí.
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