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Una “sexta extinción en masa” ya está en marcha, advierten los científicos. Especies como el tigre de Bengala y la ballena azul están desapareciendo a un ritmo alarmante. Pero, ¿quién le presta atención a nuestra comida? Enormes proporciones de las especies vegetales y animales que constituyen el fundamento de nuestro suministro de alimentos, conocido como agrobiodiversidad, están en peligro y están recibiendo muy poca atención.
Por ejemplo: las papas fritas, el chocolate y el café. Se prevé que hasta el 22% de las especies de papa silvestre se extingan en 2055 debido al cambio climático. En Ghana y Costa de Marfil, donde el ingrediente bruto para el 70% de nuestro chocolate es cultivado, los árboles de cacao no serán capaces de sobrevivir a medida que las temperaturas aumentan en 2°C durante los próximos 40 años. Los rendimientos del café en Tanzania han caído un 50% desde 1960.
En todo el mundo, 940 especies cultivadas están amenazadas. La agrobiodiversidad es un recurso precioso que estamos perdiendo, pero también puede ayudar a resolver o mitigar muchos desafíos que el mundo enfrenta. Tiene un papel crítico pero pasado por alto en ayudarnos a mejorar la nutrición global, reducir nuestro impacto en el medio ambiente y adaptarnos al cambio climático.
Según la Organización Mundial de la Salud, la mala alimentación es la principal causa de muerte temprana y discapacidad. A nivel mundial, 2 mil millones de personas están desnutridas, mientras que 2 mil millones son obesos y están en riesgo de contraer diabetes, enfermedades cardíacas y cáncer. Al centrarse en la producción intensiva a gran escala de cultivos amiláceos para obtener calorías en lugar de dietas nutritivas ha llevado a graves niveles de obesidad en todo el mundo, desde los EE. UU. hasta Kenia.
Por ejemplo, el gac, es una fruta roja ardiente de Vietnam con niveles astronómicos de beta caroteno (que el cuerpo convierte en vitamina A). O el plátano Asupina de color naranja, que tiene altos niveles de carotenoides que en un niño en edad preescolar, podría satisfacer el 50% de su requerimiento de vitamina A consumiendo sólo uno por día; cuando necesitarían comer un kilogramo de algunas otras variedades para alcanzar el equivalente del beneficio nutricional.
Se estima que alrededor del 33% de las tierras agrícolas del mundo se degradan, que carecen de los nutrientes esenciales para el cultivo. La agrobiodiversidad tiene una solución. La plantación de leguminosas y forrajes tolerantes al frío durante todo el invierno ha ayudado a los agricultores de Francia a reducir naturalmente la infestación de malezas, así como aumentar el contenido de nutrientes del suelo y la capacidad de retener el agua. Remedios naturales como este pueden mejorar la sostenibilidad de las granjas en todo el mundo, reduciendo el impacto del sector en el medio ambiente.
Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, el calentamiento global reducirá la producción agrícola en un 2% cada década, mientras que la demanda aumentará cada década un 14% hasta 2050. Sin embargo, una gran cantidad de variedades de semillas tradicionales tienen características únicas que las hacen tolerantes al calor, sequía e inundaciones. Deben encontrarse, preservarse y utilizarse en programas de mejoramiento de cultivos.
Este año en Etiopía, los investigadores de Bioversity International descubrieron dos variedades de trigo duro que no estaban previamente en el mercado, pero se producen notablemente bien en áreas secas y marginales. Actualmente se está trabajando para cultivarlos y así ayudar a los agricultores a combatir el hambre en la región.
Es urgente intensificar los esfuerzos mundiales por proteger la biodiversidad agrícola. Pero, ¿por dónde se comienza? Una nueva revisión científica de la evidencia de que la agrobiodiversidad puede contribuir a un mejor sistema alimentario y a un desarrollo sostenible se ha producido para responder esa pregunta.
La evaluación constituye la base de un Índice de Agrobiodiversidad que puede guiar a los países y las empresas hacia oportunidades de inversión más impactantes. Esto permitirá a los negocios agrícolas estimar y monitorear el impacto de sus inversiones en la cadena de suministro y asegurar que las futuras líneas de productos sean sostenibles y resistentes. De manera similar, los gobiernos podrán canalizar fondos en intervenciones de agrobiodiversidad que salvaguarden el suministro de alimentos domésticos y mejoren simultáneamente la sostenibilidad ambiental.
Este texto apareció originalmente en The Guardian, puedes encontrar el original en inglés aquí.
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