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“Estamos perdiendo la batalla”. Así se expresó respecto al cambio climático el presidente francés, Emmanuel Macron, hace escasos días en el encuentro One Planet Summit. El dirigente alentó a los países a redoblar sus esfuerzos contra el calentamiento del planeta, y planteó el problema como una lucha a vida o muerte por la supervivencia de la Tierra y sus habitantes.
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A la vista de los hechos acertó: cada día mueren árboles y plantas, los glaciares se descongelan, las costas merman, aves y peces desaparecen, las tierras se vuelven desérticas y se extinguen especies de insectos que no volverán.
El enfriamiento de la Tierra pasa por atajar las emisiones de dióxido de carbono, un gas que proviene principalmente del uso de combustibles fósiles como el carbón o el petróleo. El CO2 es además el mayoritario de los llamados de efecto invernadero, aquellos que provocan el calentamiento del planeta al impedir que escapen las radiaciones infrarrojas que se producen de manera natural.
La cantidad de gas que el mundo expulsa a la atmósfera no ha dejado de crecer: desde 1960 se ha multiplicado prácticamente por cuatro y desde 2005, año de entrada en vigor del Protocolo de Kioto, se ha incrementado un 22%.
El siguiente mapa muestra la variación entre 1990 y 2016 de las emisiones de CO2 de cada nación. Esta variación se ha calculado a partir de datos del portal Global Carbon Project, que compila información del Carbon Dioxide Information Analysis Center (CDIAC), de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC) y del departamento estadístico de British Petroleum (BP).
China, Estados Unidos, Rusia, India y Japón encabezan, en ese orden, la clasificación de emisiones absolutas de los últimos cinco años. Representan además alrededor del 57% de las 36 gigatoneladas generadas en 2016 en el mundo. Excepto Estados Unidos, las otras cuatro potencias están entre las 197 naciones que se suscribieron en 2015 el histórico Acuerdo de París.
El pacto compromete a los países desarrollados y no desarrollados a presentar propuestas para paliar el fenómeno. También limita el calentamiento planetario: de aquí a fin de siglo, la temperatura no debe aumentar más de 2°C respecto a la época preindustrial. Según el consenso científico, de cumplirse este objetivo se podría evitar un desastre climático.
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Este texto apareció originalmente en el diario El País, puedes encontrar el original aquí.
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