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A muchos refugiados les gustaría comprar estufas y focos bajos en carbono, pero el acceso deficiente en los campamentos y la falta de fondos los obliga a depender de combustibles “sucios y caros”, según un informe publicado recientemente.
Millones de refugiados en todo el mundo luchan para acceder a la energía para cocinar, la iluminación y la comunicación y, a menudo pagan altos costos de combustibles como la leña, que son perjudiciales para su salud.
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Sin embargo, dos tercios considerarían pagar por cocinas limpias y más de un tercio por productos solares para el hogar, según una encuesta de Moving Energy Initiative (MEI), una asociación entre Gran Bretaña, las Naciones Unidas y organizaciones benéficas.
“Los proveedores de energía no tienden a pensar en los refugiados como potenciales consumidores de energía, pero las oportunidades para construir una relación con ellos son enormes”, dijo Mattia Vianello, uno de los autores del informe, a la Fundación Thomson Reuters.
La energía limpia para ellos es una prioridad mundial para la agencia de las Naciones Unidas para refugiados, que proporciona energía solar gratuita a miles de personas desplazadas en los campamentos de Jordania y Kenia.
Los activistas buscan crear un mercado para estufas y combustibles más limpios y menos contaminantes para abastecer a millones de hogares en todo el mundo que usan métodos peligrosos e ineficientes.
Cuando se quema en chimeneas y estufas tradicionales, la leña, el carbón y otros combustibles sólidos emiten un humo dañino que cobra millones de vidas cada año, según la Clean Cooking Working Capital Fund, que respalda estufas menos contaminantes.
En Uganda, los refugiados recolectan madera de las áreas circundantes, “devastando” el medio ambiente local y creando tensiones con los locales, dijo Raffaela Bellanca, asesora energética de la organización benéfica Mercy Corps.
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Los trabajadores humanitarios deberían trabajar con el sector privado para proporcionar energía más sostenible a las personas desplazadas, señaló el informe, que encuestó a unos 500 refugiados, empresarios y trabajadores humanitarios en Burkina Faso y Kenia.
“Los campamentos de refugiados tienen el potencial de convertirse en centros de innovación energética con un efecto indirecto en las comunidades anfitrionas de los alrededores”, dijo Bellanca.
Este texto apareció originalmente en Thomson Reuters Foundation, puedes encontrar el original en inglés aquí.
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