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Trabajadores humanitarios advierten que el campamento de refugiados más grande del mundo, un hogar temporal para más de medio millón de personas que se extiende precariamente a través de colinas estériles en el sureste de Bangladesh, se enfrenta a un desastre inminente desde abril cuando caigan las primeras tormentas de la temporada del monzón.
“Habrán deslizamientos de tierra e inundaciones repentinas”, dijo Tommy Thompson, jefe de apoyo de emergencia y respuesta del Programa Mundial de Alimentos. “Va a ser una temporada húmeda muy, muy desafiante. Eso es si no tenemos un ciclón”.
Cerca de 600,000 refugiados musulmanes Rohinyá viven en el campamento, en Cox’s Bazar, cerca del extremo sur de Bangladesh. Los ciclones, que pueden ocurrir de marzo a julio, empeorarían considerablemente la situación más allá de los peligros de las inundaciones y los deslizamientos de tierra.
El campamento Rohinyá, conocido oficialmente como los asentamientos Kutupalong-Balukhali, e informalmente como el mega campo, es el ejemplo más urgente de las nuevas calamidades que acompañan a la crisis global de refugiados: una gran afluencia de personas desesperadas que huyen de la guerra o la persecución, solo para enfrentar desastres naturales en una zona ecológicamente frágil y que el cambio climático puede hacer más precaria.
“Definitivamente podemos ver cómo va a ser una catástrofe, pase lo que pase”, dijo Mélody Braun, que estudia estrategias de reducción de riesgos en el Instituto Internacional de Investigación para el Clima y la Sociedad en la Universidad de Columbia (EE. UU.) y que visitó el campamento. “Realmente no hay espacio. La gente está en todas partes. Las pendientes son realmente altas”.
Antes de que los Rohinyá comenzaran a cruzar a Bangladesh desde Myanmar en gran número en el verano, huyendo de los ataques en sus aldeas por parte del ejército y las turbas aliadas, las colinas estaban salpicadas de bosques.
Pero luego, en cuestión de semanas, a medida que los refugiados llegaban a decenas de miles de personas, se cortaban los árboles. Se cavaron canales. Las chozas de bambú y lona se elevaron. Se cortaron más árboles cuando los refugiados se apresuraron a buscar leña.
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Las colinas, donde los elefantes vagaban recientemente, ahora están desnudas. Incluso las raíces han sido arrancadas, sin dejar nada para mantener unida la tierra reseca a medida que el agua de lluvia se arrastra cuesta abajo, lo que puede llevarse tiendas de campaña y personas e inundando rápidamente asentamientos bajos. Las Naciones Unidas dicen que 100,000 refugiados corren un grave riesgo de deslizamientos de tierra e inundaciones.
Las primeras lluvias, conocidas en bengalí como kalboishakhi, que se traduce vagamente como las tormentas de un “verano malvado”, son un precursor de los monzones en pleno desarrollo. Golpean cuando el suelo aún está seco y son especialmente susceptibles a deslizamientos de lodo. La única advertencia de su aproximación son los vientos cálidos que envían la tierra seca del verano que se arremolina en el aire.
“Tienes torbellinos de polvo”, dijo Iffat Nawaz, portavoz de BRAC, una agencia de ayuda internacional con sede en Bangladesh. “De repente, el cielo se oscurece a mitad del día y llueve. Usualmente le damos la bienvenida a eso. Es refrescante. Pero este año, en medio de la crisis de los refugiados, no es algo que estemos esperando”.
El sudeste de Bangladesh ya es una de las partes más húmedas de un país húmedo, con 3.65 metros de lluvia en promedio cada año. Una atmósfera cálida puede contener más humedad y provocar lluvias más intensas, y hacer que los lugares húmedos sean aún más húmedos.
Eso puede estar sucediendo en y alrededor de Cox’s Bazar. Las precipitaciones totales previas al monzón en la región han aumentado aproximadamente dos centímetros cada cinco años en las últimas cinco décadas, según un estudio de 2014 de investigadores de la Universidad de Ingeniería y Tecnología de Bangladesh.
Cuando llegan las lluvias, es probable que las letrinas se desborden, lo que aumenta el riesgo de cólera y otras enfermedades transmitidas por el agua.
En febrero, los organismos de las Naciones Unidas comenzaron a enviar equipos de ingenieros para despejar los conductos cloacales bloqueados con el riesgo de desbordarse en la temporada de lluvias.
Distribuyeron cáscara de arroz comprimido, una alternativa a la leña, pero que satisfacía solo una pequeña fracción de las necesidades de los refugiados. El gobierno todavía tiene que permitir que la agencia de las Naciones Unidas distribuya estufas de gas que reducirían la demanda de leña.
Bangladesh, uno de los países más pobres y más densamente poblados del mundo, abrió sus fronteras a los Rohinyás en agosto, cuando comenzaron a llegar con historias de masacres por parte del ejército de Myanmar. El gobierno de Bangladesh les permitió instalarse en un área donde ya había un campamento de refugiados Rohinyá relativamente pequeño.
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Una portavoz de la Organización Internacional para las Migraciones, que administra el campamento, dijo que las agencias de ayuda eran conscientes de los riesgos de desastres naturales, pero que tuvieron problemas en los primeros meses para proporcionar servicios básicos y enfocarse en las necesidades inmediatas: agua, alimentos y refugio.
Funcionarios de Bangladesh y de las Naciones Unidas dicen que están preparando tierras en otros lugares para reubicar a aproximadamente 100,000 refugiados. Por otro lado, las Naciones Unidas están nivelando un área montañosa asignada por el gobierno para reubicar a los refugiados. Los funcionarios están distribuyendo más lona, bambú y bolsas de arena a los refugiados para asegurar sus tiendas antes de que comiencen las lluvias.
¿Podría haberse prevenido algo de esto? El señor Thompson dijo que habría ayudado a establecer un campamento en tierras más planas y evitar la tala del bosque.
“Examinaremos las decisiones que se tomaron en los primeros seis meses de esta operación”, dijo. “Siempre aprendemos de nuestras experiencias previas y mejoramos. Habiendo dicho eso, nos encontramos en circunstancias que no podríamos haber imaginado”.
Este texto apareció originalmente en The New York Times, puedes encontrar el original en inglés aquí.
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