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Mientras los operarios vuelven a instalar el tendido eléctrico y retiran los escombros que dejó el huracán María a su paso por Puerto Rico, un pequeño grupo de ecologistas boricuas y extranjeros trabajan en la reconstrucción de las maravillas naturales destruidas por el mayor ciclón que ha azotado a la isla en casi un siglo.
Grupos de conservación del medio ambiente y voluntarios están recolectando semillas autóctonas para replantar bosques en todo el territorio estadounidense e injertando corales rotos en los arrecifes para ayudar a reparar los daños en la mayor iniciativa de este tipo en el país.
El huracán de categoría 4 dañó 1,200 millones de árboles y rompió cientos de miles de corales en las barreras que rodean la isla al tocar tierra el pasado 20 de septiembre. A pesar de la destrucción generalizada, la falta de fondos y la existencia de necesidades más apremiantes entre la población civil retrasaron los planes a largo plazo para reconstruir ambos espacios naturales.
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Ahora que Puerto Rico se pone en pie lentamente tras el desastre y se han asegurado los fondos iniciales, los ambientalistas se adentran en la isla y en sus aguas para reparar y recuperar lo que queda de su flora.
“El daño es enorme”, dijo Nilda Jiménez, directora de ecología marina del Departamento de Recursos Naturales de Puerto Rico.
Ayudar a la recuperación natural es importante desde el punto de vista ambiental y económico: la belleza natural de Puerto Rico es uno de sus mayores atractivos turísticos. Los expertos señalan además que los arrecifes de coral protegen a la costa de fuertes marejadas y son el hábitat de muchas de las especies que consume la población, incluyendo el pargo colorado, langosta y pulpo.
Recientemente, un grupo de buzos se reunió en un muelle en Fajardo, en la costa noreste, un popular destino para turistas deseosos de explorar unas formaciones de coral que en su día irradiaban colores brillantes y acogían a una multitud de peces. Ahora, cientos de corales rotos, con tamaños que oscilan entre una granada y un auto, sobreviven esparcidos en las aguas turquesa.
Armados con cubos de cemento, los buceadores toman las piezas rotas y nadan hacia los arrecifes identificados como sanos a pesar de los desperfectos. Después de retirar todas las algas acumuladas, colocan las piezas sobre el cemento fresco.
“Si piensas en lo que estás viendo, son animales rotos”, dijo Jim Ritterhoff, director ejecutivo de Force Blue, una organización sin ánimo de lucro formada por veteranos retirados de las fuerzas de operaciones especiales de Estados Unidos que trabajan en proyectos de conservación de barreras de coral.
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El grupo participa en un proyecto de cerca de $1.5 millones, financiado casi en su totalidad por el gobierno estadounidense, para ayudar a restaurar entre 100 y 300 corales al día en Puerto Rico durante dos meses.
La iniciativa se centra en la región noreste de la isla, donde amplias franjas de las especies cuerno de alce y cuerno de venado sufrieron la peor parte de las grandes olas creadas por el huracán. Si en el futuro hay más fondos, los buzos tratarán otras zonas.
“Cuanto antes lleguemos allí, mejor”, apuntó Sean Griffin, especialista en recuperación de arrecifes de coral de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos. “Sigue habiendo decenas de miles de corales que están volteados o de lado y que podemos salir y salvarlos”.
Operaciones similares de recuperación se llevan a cabo tierra adentro, a kilómetros de distancia de los buceadores.
En un invernadero gestionado por la ONG Para La Naturaleza en San Juan, voluntarios y trabajadores atienden miles de brotes que se convertirán en árboles en toda la isla. Han plantado casi 1,900 árboles desde enero y el objetivo es llegar a 750,000 en los próximos siete años, explicó Luisa Rosado, responsable de hábitat del grupo.
“Es un proyecto donde verdaderamente no vamos a ver los resultados (…) Los resultados van a ser de hoy a 100 años”, señaló.
La iniciativa requiere además un gran esfuerzo de mano de obra, ya que los equipos tendrán que regresar cada tres meses al lugar donde se plantaron los árboles para monitorear su progreso durante el primer año, y cada cuatro meses durante el segundo. Según Rosado se necesitan más voluntarios, especialmente porque la ONG está ocupada visitando lugares en toda la isla para buscar semillas de especies autóctonas y endémicas.
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Algunas veces tienen suerte y los propios vecinos los avisan de semillas encontradas entre los restos del huracán. Un residente en la localidad montañosa de Lares, en el oeste del país, llevó recientemente una bolsa de 1.2 metros de alto llena de ramas y hojas en la que había también una pequeña semilla negra conocida como aceitillo, que es una especie rara.
El hallazgo dibujó una gran sonrisa en la cara de Manuel Sepúlveda, coordinador gerente de invernaderos de Para La Naturaleza.
“Hay muy pocos bancos de semillas en Puerto Rico y el Caribe. Necesitamos millones de semillas”, señaló.
La iniciativa tiene un significado más profundo para Rosado.
“Esto es una manera de recuperarnos juntos, de recuperar la isla”, concluyó.
Este texto fue escrito por AP y apareció originalmente en El Nuevo Día, puedes encontrar el original aquí.
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