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Un globo terráqueo de sobremesa está diseñado para ser una esfera geométrica perfecta y gira de forma igualmente perfecta sobre un eje o linea imaginaria que une el polo norte y el polo sur. En realidad, entrando en detalle, nuestro planeta es una esfera menos geométricamente perfecta y, además, su rotación oscila levemente de forma periódica por causas que se vienen estudiando desde hace décadas.
El fenómeno más analizado en este campo es el denominado movimiento polar o desplazamiento que experimentan los polos como consecuencia de minúsculas desviaciones en el eje de rotación terrestre.
Un estudio liderado por expertos del Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA en Pasadena (Estados Unidos) calcula que durante el siglo 20 el eje de giro de la Tierra se desplazó uno 10 centímetros por año; es decir unos 10 metros en 100 años.
Los autores de la investigación que publicó la revista Earth and Planetary Science Letters destacan que entre las causas de esta alteración se encuentran la pérdida de masa de hielo en zonas polares (principalmente en Groenlandia), el rebote glacial y la convección del manto.
“La explicación tradicional es que un proceso, el rebote glacial, es responsable de este movimiento del eje de rotación de la Tierra. Pero recientemente, muchos investigadores han especulado que otros procesos podrían tener también grandes efectos sobre él”, comentó Surendra Adhikari, autor principal del estudio.
“Montamos modelos para un conjunto de procesos que se consideran importantes para impulsar el movimiento del eje de rotación. No identificamos uno sino tres conjuntos de procesos que son cruciales en esta evolución; y a lo largo del siglo 20 la fusión de la criósfera global (especialmente Groenlandia) es uno de ellos”.
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En general, la redistribución de la masa sobre y dentro de la Tierra, como los cambios en la tierra, las capas de hielo, los océanos y el flujo del manto, afecta la rotación del planeta. A medida que las temperaturas aumentaron a lo largo del siglo 20, la masa de hielo de Groenlandia disminuyó.
De hecho, un total de aproximadamente 7,500 gigatoneladas (el peso de más de 20 millones de edificios Empire State) del hielo de Groenlandia se derritió en el océano durante este período de tiempo, según una nota divulgada por el JPL.
Según este cálculo, la pérdida de hielo de Groenlandia es uno de los principales contribuyentes de la masa que se transfiere a los océanos, lo que provoca un aumento del nivel del mar y, en consecuencia, una deriva en el eje de rotación de la Tierra.
Estudios previos identificaron el rebote glacial como el factor clave del movimiento polar a largo plazo. ¿Y qué es el rebote glacial? Durante la última edad de hielo, los pesados glaciares deprimieron la superficie de la Tierra de manera similar a como un colchón se deprime cuando te sientas sobre él. A medida que el hielo se derrite o se elimina, la superficie terrestre vuelve lentamente a su posición original.
En el nuevo estudio, que se basó en gran medida en un análisis estadístico de dicho rebote, los científicos descubrieron que es probable que el rebote glacial sea responsable de solo alrededor de un tercio de la deriva polar en el siglo 20.
Los autores argumentan que la convección del manto constituye el tercio final. La convección del manto es responsable del movimiento de las placas tectónicas en la superficie de la Tierra. Básicamente es la circulación del material en el manto causado por el calor del núcleo de la Tierra.
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El profesor Erik Ivins, uno de los autores del estudio, describe este proceso como el de una olla de sopa colocada en la estufa. A medida que la olla o el manto se calienta, los pedazos de la sopa comienzan a subir y bajar, formando esencialmente un patrón de circulación vertical, al igual que las rocas que se mueven a través del manto de la Tierra.
Con estos tres factores ampliamente identificados, los científicos pueden distinguir los cambios en masa y el movimiento polar causados por los procesos de la Tierra a largo plazo, sobre los cuales tenemos poco control de los causados por el cambio climático. De esta forma, los científicos están cada vez más seguros de que si la pérdida de hielo de Groenlandia se acelera, el movimiento polar también lo hará.
Este texto apareció originalmente en La Vanguardia, puedes encontrar el original aquí.
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