Estudio prevé montañas sin hielo, ríos sin agua y océanos sin vida
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- Escrito por ONU - Foto por Arun Sankar/AFP/Getty Images
Se necesita reducir urgentemente las emisiones de gases de efecto invernadero para limitar la magnitud de los cambios en los océanos y en los mantos de hielo, incluidos los glaciares, y para preservar los ecosistemas y los medios de subsistencia de aquellos que dependen de esas regiones, asegura un nuevo informe publicado por el Panel Intergubernamental de Expertos contra el Cambio Climático.
En las últimas décadas, el calentamiento global ha reducido la criosfera del planeta, con pérdidas en las capas de hielo y los glaciares, y reducciones en la cobertura de nieve de las montañas. También se ha reducido el hielo marino del Ártico y la temperatura del permafrost. Esto genera impactos negativos en la alimentación, los recursos acuíferos, la calidad del agua, y afecta a las comunidades más vulnerables, como las indígenas.
Asimismo, el océano se ha calentado progresivamente desde 1970 y ha absorbido más del 90% del exceso de calor del sistema climático. Desde 1993, la tasa de calentamiento de los mares se ha duplicado, y desde 1982, las “olas de calor” dentro del mar se han duplicado en frecuencia e intensidad. Además, al absorber más dióxido de carbono, el océano se vuelve más ácido y pierde oxígeno vital para los ecosistemas que lo habitan. Muchas especies marinas han tenido que migrar a lugares donde antes no se encontraban para sobrevivir.
Por otro lado, el nivel global del mar continúa aumentado con una aceleración en las décadas recientes por la pérdida de las capas de hielo en Groenlandia y el Antártico, así como la pérdida continua de masa glaciar. El incremento de los vientos de los ciclones tropicales y de la lluvia, y la intensificación de las olas de calor extremas, combinado con el aumento del nivel del mar, exacerba los riesgos de eventos extremos y peligros en las costas.
Los expertos describen una situación poco alentadora, y que exige un cambio radical del modo de vida de los habitantes de ciudades costeras y de las regiones árticas.
Avalanchas y sequía en las comunidades de montaña
Al ritmo de calentamiento global actual, los habitantes de las regiones de montaña están cada vez más expuestos a peligros y cambios en la disponibilidad de agua, aseguran los científicos. Los glaciares, la nieve, el hielo y el permafrost que ya están disminuyendo lo continuarán haciendo y esto traerá deslizamientos de tierra, avalanchas, desprendimientos de rocas e inundaciones.
Los expertos del IPCC prevén que glaciares en la región tropical de los Andes, Europa, África Oriental e Indonesia podría llegar a perder más del 80% de su tamaño actual para el 2100, lo que afectará el turismo y el patrimonio cultural de algunos países.
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Otro gran problema es que a medida que los glaciares retroceden, se ve afectada la disponibilidad de agua río abajo y esto repercute en numerosos sectores como el agrícola y el hidroeléctrico.
“Los cambios en la disponibilidad de agua no solo perjudicarán a los habitantes de esas regiones de alta montaña, sino también a comunidades situadas muchos kilómetros aguas abajo”, dijo Panmao Zhai, uno de los autores del informe.
Agregó que “la limitación del calentamiento propiciaría la adaptación de estas comunidades a los cambios en el suministro de agua en las zonas montañosas y en otras regiones, y restringiría los riesgos relacionados con los fenómenos peligrosos de montaña”, detalló.
Aumento del nivel del mar
Cuando los glaciares y los mantos de hielo de las regiones polares y de montaña pierden masa se acelera la subida del nivel de mar y las aguas cálidas en los océanos se expanden, explican los científicos. Durante el siglo XX, el nivel del mar ha subido a nivel mundial en unos 15 centímetros, pero ahora se encuentra aumentando dos veces más rápido, unos 3.6 milímetros por año, y la tasa sigue incrementando.
El aumento del nivel del mar podría alcanzar hasta 60 centímetros para el 2100 incluso si los gases de efecto invernadero se reducen radicalmente y el calentamiento global se limita a menos de 2°C sobre niveles preindustriales. Si las emisiones continúan como van actualmente, los científicos prevén que un crecimiento del nivel de mar de más de un metro.
“El amplio abanico de proyecciones sobre el nivel que alcanzará el mar en 2100 y en adelante depende de la reacción de los mantos de hielo al calentamiento, en especial en la Antártida, y esa es una cuestión todavía sujeta a importantes incertidumbres”, explica la experta del IPCC, Valérie Masson Delmotte.
Desastres naturales más frecuentes
Por cada grado de calentamiento global adicional, los fenómenos que antes ocurrían una vez cada 100 años se convertirán en eventos anuales para mediados de siglo en muchas regiones. Esto agrava los riesgos a los que están expuestos muchos estados insultares y ciudades costeras de baja altitud.
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Si no se destinan grandes inversiones a fines de adaptación, estas zonas estarían expuestas a riesgos de inundación cada vez mayores, según se explica en el informe. Mareas altas y tormentas intensas harían que algunas naciones insultares enteras dejen de ser habitables, predicen los expertos, aunque aclaran que es difícil aun medir a qué nivel.
“Ya se están aplicando varias estrategias de adaptación, a menudo en respuesta a inundaciones, y en el informe se destaca la diversidad de opciones disponibles en cada contexto para la elaboración de respuestas integradas que permitan anticiparse a toda la gama de subidas futuras del nivel del mar”, afirma Masson-Delmotte.
Biodiversidad marina en riesgo
Para 2100, los océanos absorberán entre dos y cuatro veces más calor que ahora si el calentamiento global se limita a 2°C, de lo contrario, absorberán de entre cinco a siete veces más. El calor marino reduce la mezcla entre capas de agua y como consecuencia el suministro de oxígeno y nutrientes para la vida marina.
La frecuencia de las olas de calor marinas se ha duplicado desde 1982 y su intensidad no deja de crecer. Las proyecciones apuntan a un incremento adicional en su frecuencia, duración, extensión e intensidad. Con un calentamiento de 2°C, su frecuencia será 20 veces mayor en comparación con los niveles preindustriales, pero si las emisiones siguen aumentando con fuerza, su frecuencia será 50 veces mayor.
Además, una incorporación continuada de carbono a los océanos de aquí a 2100 exacerbará el aumento de acidez de sus aguas. La acidificación y el calentamiento de los océanos, la pérdida de oxígeno y los cambios en el suministro de nutrientes ya afectan a la distribución y la abundancia de la vida marina en las zonas costeras, en alta mar y en el fondo marino.
La intensificación de estos factores en el futuro causará severos impactos a la biodiversidad, pérdida de hábitats y degradación de los ecosistemas. La capacidad de los organismos de adaptarse al calor y la acidez de los océanos es mayor si las emisiones se disminuyen.
Para ecosistemas sensibles como las praderas de hierbas marinas y los bosques de algas, se proyectan altos riesgos si el calentamiento global excede los 2°C por encima de la temperatura preindustrial, combinado con otros peligros relacionados con el clima. Los arrecifes de coral de aguas cálidas ya de por sí están en alto riesgo y se prevé que sea aún peor, incluso si el calentamiento global se limita a 1.5°C.
Disminución de recursos para sobrevivir
Desde 1950 muchas especies marinas han tenido grandes cambios en su ubicación geográfica y sus actividades en las diferentes estaciones del año, en respuesta al calentamiento global, la falta de hielo marino y la pérdida de oxígeno.
Esto ha resultado en cambios en la composición de especies, abundancia y producción de biomasa de los ecosistemas, desde el Ecuador hasta los polos. Las interacciones alteradas entre especies han causado impactos en cadena sobre la estructura y el funcionamiento del ecosistema.
Esto afecta también los medios de vida humana, los cambios en la distribución de las poblaciones de peces han reducido el potencial de capturas a nivel mundial. En el futuro, disminuirá todavía más en algunas regiones, en particular en los océanos tropicales, pero aumentará en otras, como por ejemplo en el Ártico.
Las comunidades que dependen en gran medida de los productos alimentarios marinos pueden verse confrontadas con riesgos para la salud nutricional y la seguridad alimentaria de sus integrantes.
“La disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero limitará las consecuencias para los ecosistemas oceánicos que nos proporcionan alimentos, nos ayudan a gozar de buena salud y conforman nuestras culturas”, asegura Hans-Otto Pörtner, científico de la IPCC.
Agrega que la reducción de otros factores de estrés, como la contaminación, ayudará a la vida marina a encarar los cambios que experimente su entorno, y potenciará la resiliencia de los océanos. Los marcos en materia de políticas, por ejemplo, para la ordenación de la pesca y el establecimiento de zonas marinas protegidas, brindan a las comunidades oportunidades de adaptación a los cambios y de reducción al mínimo de los riesgos para nuestros medios de subsistencia.
Deshielo
Si no se limita el calentamiento global a 1.5°C grados, el Ártico se quedará sin hielo en septiembre cada tres años o menos, predicen los científicos.
Algunas poblaciones del Ártico, en especial los pueblos indígenas, ya han ajustado sus patrones de desplazamiento y caza en función de la estación y de la seguridad de las condiciones de la tierra, el hielo y la nieve, mientras que algunas comunidades costeras han previsto su relocalización. El éxito de su adaptación dependerá de los recursos financieros, las capacidades y el apoyo institucional, se precisa en el informe.
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Por otro lado, el terreno de permafrost, congelado durante muchos años, es objeto de calentamiento y deshielo, y las proyecciones apuntan a un deshielo generalizado durante el siglo XXI. Incluso aunque el calentamiento global se limite a valores muy inferiores a 2°C, aproximadamente el 25% del permafrost situado cerca de la superficie, entre 3 y 4 metros de profundidad, se habrá derretido de aquí al 2100. Si las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando con fuerza, cabe la posibilidad de que se pierda cerca del 70%.
Además, el permafrost de las regiones ártica y boreal almacena grandes cantidades de carbono orgánico, prácticamente el doble que el contenido en la atmósfera, y su deshielo podría incrementar notablemente la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
“Resulta difícil saber si ya se está produciendo una liberación neta de dióxido de carbono o metano a causa del actual deshielo del permafrost ártico. En el futuro, un mayor crecimiento de la vegetación puede potenciar la capacidad de almacenamiento de carbono del suelo y compensar la liberación de ese elemento debida al deshielo del permafrost, pero no en un grado suficiente para la magnitud de los grandes cambios que pueden producirse a largo plazo”, advierten los expertos.
Actualmente, los incendios forestales están perturbando los ecosistemas en la mayoría de las regiones boreales, de tundra y de montaña.
Recomendaciones
Los científicos del Panel aseguran que una reducción marcada de las emisiones de gases de efecto invernadero, la protección y la restauración de los ecosistemas, y una gestión cuidadosa del uso de los recursos naturales permitiría preservar los océanos y la criosfera como fuente de oportunidades que ayuden a adaptarse a los cambios futuros, limitar los riesgos para los medios de subsistencia y proporcionar múltiples beneficios adicionales al conjunto de la sociedad.
“Solo podremos mantener el calentamiento global muy por debajo de 2°C con respecto a los niveles preindustriales si aplicamos transiciones sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad, por ejemplo, en los ámbitos de la energía, la tierra y los ecosistemas, las zonas urbanas y las infraestructuras, y la industria.
La adopción de políticas climáticas ambiciosas y la reducción de las emisiones imprescindibles para dar cumplimiento al Acuerdo de París, también protegerán los océanos y la criosfera y, en última instancia, permitirán velar por el conjunto de la vida en la Tierra”, explicó Debra Roberts, miembro del IPCC.
En el informe se proporcionan indicios que evidencian los beneficios de combinar conocimientos científicos con saberes locales y ancestrales para elaborar estrategias adecuadas de gestión de los riesgos asociados al cambio climático y potenciar su resiliencia. Se trata del primer informe del IPCC en el que se resalta la importancia de la educación para fomentar los conocimientos sobre el cambio climático, los océanos y la criosfera.
“Cuanto antes actuemos, y cuanto más resueltas sean nuestras acciones, mayor será nuestra capacidad para abordar cambios inevitables, gestionar riesgos, mejorar nuestras vidas y lograr la sostenibilidad de los ecosistemas y las personas de todo el mundo, hoy y en el futuro”, afirmó Roberts.
Este texto apareció originalmente en ONU, puedes ver el original aquí.