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Un nuevo estudio revela que la liberación de partículas de alta energía del sol puede cegar momentáneamente a los misticetos, lo que les impide saber dónde están y a dónde van.
Debido a su lentitud a la hora de desplazarse y al hecho de que viven muy cerca de la costa, las ballenas grises (Eschrichtius robustus) fueron sobreexplotadas hasta casi la extinción hasta principios del siglo XX, cuando la Comisión Ballenera Internacional declaró la especie como protegida. Desde entonces sus poblaciones se han ido recuperando lentamente y, en la actualidad, viven más de 20,000 ejemplares en el océano Pacífico.
No obstante, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) sigue teniendo un ojo puesto permanentemente en la especie, ya que durante sus largas migraciones, algunas de más de 16,000 kilómetros a lo largo de la costa occidental de Norteamérica, estos misticetos se enfrentan a un sinfín de amenazas.
El tráfico marítimo y la contaminación son dos ejemplos clásicos de ello, si bien según un estudio publicado esta semana en la revista especializada Current Biology , hay que añadir a la lista las tormentas solares, ya que pueden inferir en la capacidad de orientarse de las ballenas e incluso llegar a causar varamientos masivos.
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Según los autores del trabajo publicado, investigadores de la Universidad de Duke (Estados Unidos), que esto ocurra podría significar que las ballenas se orientan interpretando las variaciones que se producen en el campo magnético de la Tierra, pues las tormentas solares lo que hacen es liberar de forma repentina partículas de alta energía del sol que interactúan con la magnetosfera terrestre.
Las tormentas solares no sólo afectan al funcionamiento de satélites y redes eléctricas, sino que también causan estragos en las especies que usan el magnetismo terrestre para orientarse
Hasta la fecha se pensaba que las ballenas se orientaban a través de la vista, pero los resultados del nuevo trabajo abren un nuevo campo de posibilidades y ponen de relieve que las tormentas solares no sólo afectan al funcionamiento de satélites y redes eléctricas, sino también a algunas especies animales.
Este es el caso, por ejemplo, las tortugas marinas, que se orientan interpretando las pequeñas variaciones que se producen en el campo magnético terrestre a medida que se desplazan, logrando su sensibilidad un posicionamiento global como lo hacen los GPS.
En concreto, las tortugas se fijan en la intensidad y en el ángulo de inclinación con respecto a la superficie de la Tierra del campo magnético terrestre, que varían formando una red más o menos análoga a la de la longitud y latitud. Así, cada punto puede ser determinado por una combinación única de los dos parámetros.
A juicio de los expertos, en el caso de las ballenas, cuando hay tormentas solares, no es que esta especie de GPS interno les esté dando una información falsa, sino que por culpa del bombardeo de partículas con niveles elevados de radiación electromagnética los misticetos pueden quedarse ciegos temporalmente.
Para la elaboración del trabajo los investigadores estudiaron 186 varamientos de ballenas grises. Gracias a ello descubrieron que cuando había tormentas solares, es decir, cuando existía un alto nivel de ruido de radiofrecuencia, era cuatro veces más probable que se produjeran varamientos masivos.
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Los sónares antisubmarinos que usan las armadas para detectar submarinos están también detrás de algunos varamientos masivos de ballenas y delfines, ya que estos dispositivos ensordecen a las ballenas e impiden que se comuniquen entre ellas y sepan dónde están y a dónde van.
Las ballenas grises se pasan el verano alimentándose en las aguas frías y extremadamente productivas de Alaska y luego inician un largo periplo que les llevará hasta México, donde se aparearán y darán a luz a sus crías. Durante el trayecto su mayor enemigo son las redes de pesca, por culpa de las que se sabe que mueren el 80% de las ballenas que fallecen de forma prematura.
Además de las tortugas y las ballenas, los salmones también migran grandes distancias interpretando las pequeñas variaciones del campo magnético terrestre. Pero no son los únicos, en tierra también algunas aves, insectos y anfibios se orientan de la misma forma gracias a que poseen en sus sistemas nerviosos fragmentos de magnetita, un mineral de hierro que permite detectar el magnetismo terrestre.
Este texto apareció originalmente en La Vanguardia, puedes ver el original aquí.
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