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A los recónditos rincones de la selva amazónica también ha llegado la pandemia de coronavirus. Manaos, la ciudad más grande del Amazonas, es el foco.
Sus habitantes están cavando fosas comunes o zanjas. Siendo hogar de casi dos millones de personas, Manaos es la séptima ciudad más grande de Brasil y la más aislada. La Amazonía también tiene el mayor número de indígenas del país, muchos de ellos viven en la ciudad.
La pobreza, la desnutrición y el desplazamiento hacen que enfrentar el virus sea un desafío aún mayor para estas comunidades, algunas de las más vulnerables de Brasil. En el Parque das Tribos, en las afueras de Manaos, varias mujeres se afanan trabajando en máquinas de coser.
La historia les ha enseñado que los virus externos traen devastación, su única defensa ahora son las mascarillas de tela caseras, pero se necesita mucho más para protegerlas. Para aquellos que viven en las profundidades de la selva amazónica, la ayuda médica más cercana suele estar a días en barco.
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Algunas comunidades se han encerrado por miedo al contagio, otros siguen sin tener contacto, pero sus medios para vivir están en peligro en un momento en el que hay menos supervisión por parte de las agencias indígenas y ambientales.
“Es un doble golpe”, dice Jonathan Mazower, de Survival International.
“Muchos de los agentes sobre el terreno que habrían estado trabajando para proteger las reservas de las invasiones se han marchado y han dejado de patrullar”.
Eso tiene enormes consecuencias en un país donde los madereros y mineros ilegales se han envalentonado ante el discurso de un gobierno decidido a eliminar las áreas protegidas y desarrollar la explotación del Amazonas.
“Muchas personas tienen en el punto de mira estas tierras”, dice Mazower. “Indudablemente, se están aprovechando y reclamándolas”.
En los primeros tres meses del año, la deforestación aumentó un 51%.
“Al mismo tiempo que adoptamos medidas para combatir al covid-19, no podemos olvidar que las incursiones y los ataques se siguen sucediendo”, dice Sonia Guajajara. “Luchar contra el coronavirus está haciendo que otros problemas se vuelvan invisibles”.
Guajajara dice que los mineros ilegales, los madereros, los cazadores y los evangélicos que desean el contacto con tribus aisladas “no están en cuarentena”.
“Están usando este tiempo para explorar y son los principales vectores” de contagio, añade.
Y a medida que comienza la temporada de incendios hay una mayor urgencia. El año pasado, un número sin precedentes de incendios devastó grandes extensiones de bosque en el Amazonas.
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La temporada pico de incendios empieza a partir de julio, lo que algunos expertos temen que pueda coincidir con el pico de la crisis del coronavirus.
“Esto será un problema doble”, dice Rómulo Batista, de Greenpeace en Manaos.
En 2019, hubo más del doble de personas con problemas pulmonares de lo habitual, dijo. Y los municipios más cercanos a las áreas de incendio, como Porto Velho, en el estado de Rondônia, serán los más afectados.
“Cuando tienes muchos incendios, hay muchas personas que acuden al hospital. Pero si tienes un hospital lleno de enfermos por covid-19, va a ser un caos”.
Este texto apareció originalmente en BBC, puedes ver el original aquí.
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