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Según un artículo publicado en la revista Nature, el 30% de los corales someros murieron y el 40% de los ubicados a una profundidad de 40 metros se vieron afectados.
En las profundidades, las aguas frías proporcionan protección temporal frente al choque térmico, sin embargo, del 60 al 70% de los corales de pocas profundidades sufrieron severas consecuencias.
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El blanqueo masivo de dichos corales en la Gran barrera de Coral (Australia) desencadenó una disminución del 89% en el crecimiento de nuevos corales de larvas durante el 2016 y 2017, además de haber modificado significativamente la composición de las especies de corales jóvenes.
Tal decoloración sucede cuando los corales pierden sus algas simbióticas llamadas zooxantelas del género Symbiodinium, dado a cambios bruscos de temperatura ambiental, cambios en la salinidad o contaminantes que ingresan en el agua. Si el estrés provocado por dichas condiciones es breve, el arrecife pude recuperarse, de lo contrario, los efectos negativos pueden durar décadas.
Sin embargo, el reciente suceso afectó enormemente no solo la Gran Barrera Coral, sino también el sector norte del mismo donde la temperatura del agua alcanzó los 32°C como consecuencia del récord histórico en la Tierra del calentamiento global.
De acuerdo a las investigaciones encabezadas por Terry Hughes de la Universidad de James Cook, en Australia, los científicos registraron cuatro episodios de decoloración masiva para la Gran Barrera Coral durante los últimos 20 años, los cuales fueron en 1998, 2002, 2016 y 2017. Los modelos climáticos muestran que, si la carga antropogénica en el clima no se reduce para el 2035, dichos eventos pueden duplicarse por década, hasta suceder de manera anual después del 2044.
Para comprender cómo el arrecife enfrentará un daño extremo, los científicos decidieron verificar cómo se multiplicaron estos invertebrados marinos antes y después del blanqueamiento. Para ello, utilizaron datos sobre la cantidad de corales adultos que sobrevivieron a la decoloración y la cantidad de larvas que se asentaron y formaron nuevos corales en el 2018.
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La reproducción coralina se da de dos maneras: al crecer, cuando el coral adulto libera larvas que se asientan en el fondo durante el día; y sexualmente por medio de esperma y huevos, lo cual sucede cuando las larvas de los huevos fertilizados se depositan en el fondo marino de cuatro a siete días.
Los científicos encontraron que después de las decoloraciones masivas, hubo un sesgo a favor de las especies que se multiplican por crecimiento. Por otra parte, la “fertilidad” total de los corales luego del blanqueo disminuyó en un 89% en comparación con el período hasta el 2016.
El coral más afectado fue el de la especie Acropora en un 93%, la cual es clave para la construcción y mantenimiento ecosistémico de arrecifes. Asimismo, la disminución en el número de corales nuevos fue correlacionada espacialmente con la mortalidad de organismos adultos.
Afortunadamente, la decoloración es un proceso reversible, ya que las zooxantelas pueden regresar a la acción como ya ocurrió en una proporción significativa de víctimas de blanqueamiento. Los científicos estiman que el crecimiento coralino puede recuperarse en los próximos cinco años, a menos que haya otro efecto de blanqueo masivo, situación que los propios investigadores consideran probables en función del calentamiento global.
Este texto apareció originalmente en El Espectador, puedes encontrar el original aquí.
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