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Cuando en 2014 los precios del petróleo descendieron repentinamente de $100 por barril a la mitad, un estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI) llegó a la conclusión de que factores del lado de la oferta, como el surgimiento del petróleo de esquisto y las nuevas tecnologías, serían la fuerza que mantendría los precios del petróleo “en niveles más bajos por más tiempo”. Según estudios más recientes, otras nuevas tecnologías, como la popularización de los vehículos eléctricos y la generación de energía solar, podrían incidir de forma aún más pronunciada en el mercado petrolero y en la demanda de petróleo a largo plazo.
Como dijera alguna vez el jeque Zaki Yamani, un ex ministro de petróleo de Arabia Saudita,
“La edad de piedra llegó a su fin pero no porque se agotaran las piedras, y la era del petróleo llegará a su fin, pero no por el agotamiento del petróleo”.
Hace 100 años, el carbón representaba cerca del 80% del consumo de energía en Estados Unidos. En menos de 20 años, esa proporción se redujo a la mitad, y en menos de 40 años a apenas una quinta parte, a medida que el petróleo fue desplazando al carbón como principal fuente de energía mundial. Esto sucedió aun a pesar de que el carbón era más barato que el petróleo porque no había un verdadero combustible alternativo para los automóviles, los cuales en poco tiempo dejaron de ser un lujo extravagante y se convirtieron en medio preferente de transporte personal. Hoy en día, los automóviles representan alrededor del 45% del consumo mundial de petróleo.
Con el ascenso de los vehículos eléctricos y la energía renovable, es posible que el mundo esté al borde de una revolución en el transporte y la tecnología energética que podría transformar el mercado del petróleo de la misma manera en que el mercado del carbón sufrió una transformación hace un siglo. Tal como ocurrió con el carbón entonces, la proporción del petróleo en la demanda mundial de energía podría desplomarse en las próximas décadas.
Un punto de inflexión fue 1917, año en que Ford vendió por primera vez un vehículo fabricado en serie y económico. Los vehículos eléctricos podrían estar por alcanzar un punto de inflexión similar: varias empresas están empezando a ofrecer modelos por alrededor de $35,000, aproximadamente el precio medio de un automóvil nuevo en Estados Unidos hoy en día. Dados sus costos mucho más bajos de mantenimiento y consumo de combustible, no cabe negar que los vehículos eléctricos podrían desplazar a una gran cantidad de automóviles en un futuro no muy lejano. La pregunta en realidad no es “si esto va a suceder”, sino más bien “cuándo va suceder”.
Partiendo de la experiencia con la transición del caballo al automóvil a comienzos del siglo 20, en un documento de trabajo reciente el FMI predice que para 2040 los vehículos eléctricos podrían representar el 90% del parque automovilístico en las economías avanzadas y más de la mitad en las economías de mercados emergentes. Otros estudios también predicen un importante desplazamiento de los automóviles de combustible, aunque a un ritmo más lento.
¿Pero acaso un aumento de la demanda de electricidad que necesitan estos vehículos no estimularía el mercado del petróleo que requieren las plantas generadoras? En realidad, no. La proporción del petróleo en el mercado de generación eléctrica y calefacción ya es de menos del 20% a escala mundial, y podría reducirse aún más debido al advenimiento de otra nueva tecnología: la energía renovable.
La energía renovable ha registrado avances revolucionarios en los últimos 10 años. El costo de producir electricidad a partir de energía solar ha disminuido un 80% desde 2008, y un 60% en el caso de la energía eólica. Según proyecciones del Foro Económico Mundial, las energías solar y eólica no subsidiadas, que ya son competitivas en 30 países, serán más baratas que el carbón y el gas natural en más del 60% del mundo en los próximos años. Incluso si no se logran nuevos avances tecnológicos, el grado de penetración de la energía renovable se ampliará conforme vayan completándose las inversiones en capacidad que ya están en curso.
Aun si el uso de la energía renovable y los vehículos eléctricos no crece tan rápido como se predice, en los próximos 20 años desplazará sustancialmente la demanda de petróleo. Y si las inquietudes acerca del cambio climático se intensifican, la transformación del mercado mundial de petróleo podría ser incluso más veloz. Y más aún si llegan a despegar otras nuevas tecnologías, como las pilas de combustible, la generación de energía basada en hidrógeno, las aplicaciones de uso compartido de vehículos y los vehículos autónomos. Por eso, aunque no se sabe a ciencia cierta cómo fluctuarán los precios del petróleo la próxima semana o el próximo mes, para 2040 el petróleo será mucho más barato de lo que es ahora, y para entonces el equivalente de $50 por barril parecerá un precio descabellado.
Ante estas perspectivas, no debe llamar la atención que los productores de petróleo y los fabricantes de automóviles estén preparándose para el fin de la era del petróleo. Muchos fabricantes de automóviles están invirtiendo fuertemente en tecnología de vehículos eléctricos; un ejemplo es el reciente anuncio de Volvo que para 2019 todos sus modelos tendrán motores eléctricos. De igual forma, muchos países exportadores de petróleo, que dependen de los ingresos del petróleo para financiar programas públicos y generar empleo, han hecho bien en poner en marcha amplias campañas de diversificación para preparar a sus economías para una era de petróleo más barato.
Para conocer más sobre el futuro del petróleo, lea Breaking the Oil Spell, sobre el fin de la era del petróleo, y Learning to Live with Cheaper Oil, sobre las políticas necesarias para adaptarse a los precios más bajos del petróleo.
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