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Tirar a la basura las sobras de la cena, una fruta de aspecto dudoso o un producto que ha sobrepasado su fecha de consumo preferente es un gesto tan cotidiano que puede llegar a parecer inofensivo. Pero lo cierto es que está muy lejos de serlo; la suma de todas esas pequeñas porciones convierte a los hogares en los responsables del 50% del desperdicio de comida en el mundo desarrollado.
Una realidad contra la que se ha propuesto luchar Saasha Celestial-One, cofundadora de una app de redistribución de comida llamada Olio.
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El funcionamiento de la plataforma es sencillo: el usuario sube una foto de un alimento en buen estado que no se va a comer, y el que primero lo solicite puede pasar a recogerlo. Los intercambios son gratuitos y suceden en la puerta de casa, lo que fomenta la relación entre vecinos en una época en la que cruzar el umbral para pedir una taza de azúcar se ha convertido en una rareza.
“Nuestro gran rival es el cubo de la basura. Usar Olio tiene que ser igual de fácil, pero significativamente más divertido, y eso lo aporta el contacto humano”, explicó la emprendedora.
Criada en una familia hippy con escasos recursos económicos, la madre de Celestial-One solía hurgar en contenedores o casas abandonadas a la caza de objetos para arreglar y revender.
“Rescatar cosas está en mi ADN”, resumió ella.
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En busca de la seguridad financiera que le había faltado en su niñez, decidió apostar por una carrera corporativa (MBA en Stanford incluido) que la llevó a desempeñar puestos de responsabilidad en bancos, consultorías o multinacionales como American Express durante casi una década.
“Pero nunca tuve la sensación de estar haciendo algo especialmente valioso”, admitió.
Esa zozobra se la ha sacudido con Olio. Desde que fundó la app junto a su amiga Tessa Cook en Londres en 2015, se han registrado más de 520,000 personas, y 635,000 porciones de comida han cambiado de manos en 32 países, España incluida.
A sus nueve empleados (una cifra que se doblará en un año), la compañía suma 20,000 voluntarios que hacen correr la voz por todo el mundo. De momento, cobran una cuota a negocios locales por recoger y redistribuir sus sobras al final del día, pero aunque están estudiando nuevas vías de ingresos, es el crecimiento, y no la rentabilidad, lo que encabeza hoy su lista de prioridades.
Sus objetivos son muy ambiciosos: “queremos multiplicar por 10 nuestros usuarios en 2025”, pero la escala del problema que buscan atajar es gigantesca. “El territorio empleado para cultivar alimentos que nunca se comerán es más grande que China, y lo mismo sucede con el agua: el 25% del suministro mundial se destina a cultivos que desaprovechamos”.
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“El despilfarro de comida ocupa el tercer lugar en el ranking de mayores emisores de gases de efecto invernadero, según Naciones Unidas. Y a todo esto se añade la cuestión moral: una de cada nueve personas se acuesta con hambre cada día y una cuarta parte de lo que se tira en EE. UU. o Europa al año bastaría para alimentarlos”. La buena noticia, según ella, es que todos podemos contribuir a la solución.
“La gente cree que la cantidad de comida que producen es insignificante, pero la realidad es que muchas personas estarían agradecidas por una rebanada de pan o media lechuga. En Olio, el 40% de la comida es solicitada en menos de una hora. La satisfacción de compartir alimentos es un sentimiento profundamente humano”.
Este texto apareció originalmente en el diario El País, puedes encontrar el original aquí. |
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