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El cambio climático está cambiando las condiciones de vida en todos los mares del planeta. La temperatura de las aguas superficiales está aumentando, el fitoplancton, base de toda la cadena, está disminuyendo y las corrientes marinas están cambiando. Sumados, todos los factores ya están teniendo un impacto en las especies marinas. Un estudio ha identificado las seis grandes áreas del planeta que habría que salvaguardar si se quiere que siga habiendo vida en el mar.
Investigadores australianos, neozelandeses y españoles han usado los datos de una constelación de satélites recopilados en los últimos 30 años para saber qué le está haciendo el cambio climático a los mares del planeta. Y lo han logrado con una resolución geográfica no alcanzada hasta ahora. Aunque la física básica dice que las condiciones en un medio líquido acaban siendo iguales en todas partes, en la inmensidad del océano las cosas no son así. Por eso, el calentamiento global no está siendo el mismo en todas las aguas y no es solo cuestión de la latitud.
Las aguas superficiales se han calentado, la producción de clorofila, disminuido y las corrientes, frenado
“En la columna de agua, la más cálida, menos densa, sube la superficie, mientras que la más fría se sumerge”, explica el ecólogo Estación Biológica de Doñana del CSIC y principal autor del estudio, Francisco Ramírez. “El calentamiento oceánico afecta en particular a las aguas superficiales”, añade. Es en esta fina capa de agua donde empieza la vida en el mar. Es aquí donde se produce el milagro, el encuentro entre la luz y el agua que necesita la clorofila del fitoplancton marino para realizar la fotosíntesis. Ese verdor es el que sustenta toda la cadena trófica, desde el kril hasta las ballenas, pasando por los albatros y los tiburones.
El estudio, publicado en Science Advances, muestra dos tendencias contrapuestas. Por un lado, el calentamiento de las aguas superficiales no ha dejado de aumentar desde los años 80 del siglo pasado. Por el otro, la concentración de clorofila por metro cúbico no ha parado de disminuir desde entonces. El trabajo también ha medido una tercera variable: las corrientes marinas, las responsables de repartir el calor por todo el planeta y, en conjunción con los movimientos atmosféricos, también las del tiempo meteorológico. Aunque hay una gran heterogeneidad, en general estos ríos marinos se están frenando.
Combinando estos tres grandes fenómenos y su manifestación concreta en cada zona, los investigadores han podido medir el impacto del cambio climático a escala regional y hasta local. Así las regiones polares son las que están sufriendo un mayor aumento relativo de la temperatura de sus aguas. Allí, además, entra en la ecuación el agua dulce del deshielo. En el caso del hemisferio norte, esto está trastocando el juego de corrientes marinas. Tanto el Atlántico norte como en la franja norteña del Pacífico están sufriendo un calentamiento cuyo impacto sobre la biodiversidad marina aún está por determinar.
“Sin embargo, en las regiones cercanas al Ecuador, en particular en el Pacífico, la velocidad de la corriente oceánica se está reduciendo”, comenta Ramírez. Los investigadores sostienen que aún es pronto para determinar el impacto sobre la vida marina de estos cambios. “Habrá especies que salgan perdiendo y otras a las que les irá bien”, añade el ecólogo español. Pero la suma total de impactos podría provocar lo que llaman una homogeneización de la vida. Las especies más especialistas o dependientes de las condiciones locales podrían sucumbir ante la mayor capacidad de adaptación de las más generalistas.
Partiendo de esta situación, los investigadores identificaron seis grandes áreas marinas que, por su riqueza de vida, habría que salvaguardar para asegurar un mínimo de biodiversidad. Para ello usaron datos de otras investigaciones con la distribución global de 1.729 especies de peces, 124 especies de mamíferos marinos y 330 especies de aves.
El estudio destaca la región marina del Pacífico oriental frente a las costas de Perú y alrededor de las Galápagos. En América también señala las costas de Argentina y las aguas en torno a las Malvinas. En África, la región alimentada por la corriente de Benguela, en el Atlántico sudafricano, y que sube por el índico, frente a Madagascar. Otra de las regiones a proteger es la bañada por los mares de China y Filipinas, en el sureste asiático. Una quinta, la que va desde el sur de Australia hasta el oriente del continente, a lo largo de la gran barrera de coral. La sexta región está localizada en el Pacífico central y baña las islas polinésicas.
“El problema es que, en general, el impacto del cambio climático está siendo más intenso en estas zonas”, destaca Ramírez. Y hay otro problema también de origen humano: dada su gran riqueza biológica, estas regiones son las que más atraen a la industria pesquera. Dos de ellas, por ejemplo, están en las llamadas zonas exclusivas económicas de China, Indonesia y Perú, las tres principales potencias pesqueras, según la FAO. Y a otras, como el área del sur de África, van los barcos de otras potencias más lejanas, como España.
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