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El incremento de la temperatura de las aguas ha provocado el blanqueamiento y la muerte de más de la mitad de los corales de la Gran Barrera de Australia o del mayor arrecife de Japón. Esto se debe a que la decoloración de estos animales prolongada durante varios meses conduce a altos niveles de mortalidad.
Los datos cada vez son más alarmantes: la frecuencia de los eventos de blanqueamiento de los corales se ha multiplicado por cinco en las últimas cuatro décadas, según un estudio publicado por la revista Science. Mientras que a principios de 1980 había uno cada 25 o 30 años, ahora hay uno cada seis. Este periodo es insuficiente para que los corales se recuperen, ya que tardan más de 10 años en hacerlo.
“Este estudio es demoledor. Vamos a perder los arrecifes a menos que hagamos un cambio drástico en las emisiones de dióxido de carbono”, señala el ecólogo marino Enric Sala, director ejecutivo de Mares Prístinos, un proyecto de National Geographic para proteger los lugares todavía inmaculados de los océanos.
La muerte de estos animales supondría una pérdida importante de biodiversidad. El investigador de la Agencia Nacional de Océanos y Atmósfera de Estados Unidos (NOAA) y coautor del estudio, Mark Eakin, subraya que más del 25% de las especies marinas dependen de los arrecifes de coral durante al menos una parte de su vida.
El calentamiento del agua hace que algunos corales expulsen zooxantelas, las algas que les dan su color, y adquieran un tono blanquecino. La frecuencia y la intensidad de los eventos de blanqueamiento se están acercando rápidamente a niveles “insostenibles”. Por ello, las localidades que ahora se consideran refugios térmicos podrían desaparecer a mediados de siglo.
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Los autores del estudio han analizado un conjunto de datos sobre el blanqueamiento de corales en 100 ubicaciones de arrecifes de 54 países diferentes desde 1980 hasta 2016. En 1980 los eventos de blanqueamiento tendían a producirse cuando el ciclo global era más cálido, con fenómenos climáticos como El Niño, pero ahora tienen lugar en cualquier verano caluroso. Las temperaturas registradas en 2015 y 2016 han sido las más calurosas desde que se empezaron a tomar mediciones en el siglo 19.
“Ahora la fase fría del ciclo El Niño-Oscilación del Sur produce temperaturas del agua que coinciden con las de los periodos de El Niño hace 40 años”, sostiene el profesor de la Universidad de Lancaster y coautor del estudio Nick Graham.
El calentamiento de los océanos también afecta a las anémonas, esponjas o almejas gigantes.
La muerte de todos los corales no solo tendría consecuencias graves para la vida marina. Más de 500 millones de personas dependen de los arrecifes de coral para obtener alimentos, protección de la costa y sus medios de subsistencia. Además, los arrecifes son una barrera importante frente a fenómenos naturales: protegen el litoral de los efectos de ciclones y huracanes. “Pueden frenar la energía de las olas en un 75%”, explica Sala.
Con el auge de actividades como el buceo o el esnórquel, los corales se han convertido en un gran atractivo turístico. Sala señala que si desaparecieran, habría pérdidas millonarias en este sector.
“La gente va a lugares donde la integridad de la naturaleza es importante, si se pierde esa belleza, cambian de destino”, explica. Para él, un ejemplo de esto sería el mar Rojo. En 1980, muchos turistas iban a hacer buceo en el norte. Años después, la industria se movió hacia el sur, ya que “preferían ver arrecifes menos degradados”.
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El estudio revela que, hace 40 años, el riesgo de blanqueamiento era mayor en el Atlántico occidental y el océano Pacífico, frente al Índico y Australasia. Sin embargo, en las últimas décadas, el peligro de decoloración ha crecido notablemente en Australasia y Oriente Medio, a un ritmo intermedio en el Pacífico y más despacio en el Atlántico occidental. Los datos más recientes de 2015 y 2016 revelan que más del 30% de los episodios de blanqueamiento se extienden a escalas de decenas a cientos de kilómetros.
“Para 2050, la tasa de crecimiento de los corales será menor que la tasa de disolución”, explica Sala.
Los autores del estudio proponen realizar ahora investigaciones sobre medidas de conservación radicales, como la evolución asistida o el estudio de los corales más resistentes al calor. Además, coinciden en que la única solución es reducir la cantidad de dióxido de carbono. “Esto significa no solo reducir las emisiones, sino eliminar el dióxido de carbono que ya hemos vertido al aire”, concluye Mark Eakin.
Además de por la subida de temperaturas del océano, los corales también se ven afectados por la acidificación del agua, que reduce los carbonatos para los esqueletos.
“Los corales son organismos que tienen un crecimiento muy lento y les va a costar más reponerse que otros seres vivos que tienen un ciclo mucho más rápido”, afirma Helena Álvarez.
Esta científica marina de la organización Oceana explica que la acidificación viene por una ruptura de equilibrio en el ciclo del carbono del agua: “El mar es el gran sumidero de carbono del planeta”.
Este texto apareció originalmente en el diario El País, puedes encontrar el original aquí.
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