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La primavera cada vez llega antes y el otoño cada vez más tarde. Entremedias, el cambio climático está alargando los veranos y haciéndolos más calurosos. En las últimas décadas la frecuencia de olas de calor ha aumentado. Un estudio de la que vivió Europa en junio de 2017, la eleva a la categoría de mega ola.
En 70 años ha habido una decena, la mitad en lo que va de siglo 21. Pero la del año pasado fue la más tempranera desde que hay registros. Los científicos creen que lo que hoy es extraordinario dejará de serlo en el futuro.
Para que una ola de calor se convierta en una gran ola debe: durar más días, tener temperaturas más extremas y afectar una extensión más grande. Eso es lo que pasó en junio de 2017. Aunque no hay consenso sobre lo que es una mega ola de calor, un criterio ampliamente aceptado fija un mínimo de 7 días de duración. La del año pasado duró dos semanas, del 10 al 23 de junio. Empezó por la península ibérica y el sur de Francia y se fue extendiendo por el resto de Europa occidental y central.
Otro criterio para elevar la categoría de una ola de calor es que afecte a una superficie de un millón de km2 o más. En su máximo, la mega ola de calor de junio de 2011, alcanzó 4 millones de km2, aunque en total afectó al doble de extensión.
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En cuanto a las temperaturas, una mega ola debe tener una desviación de 2 o 3 grados sobre un umbral determinado. Este umbral es variable, ya que el impacto de una misma temperatura es diferente según dónde se dé. Los 33.6ºC que sufrió Moscú (Rusia) durante la ola de calor de 2010, dejó miles de víctimas.
En junio pasado, muchas estaciones meteorológicas en España alcanzaron los 45ºC entre el 15 y el 18 de junio. En Londres, en el aeropuerto de Heathrow, llegaron a 34.5ºC el 21 de junio. Francia estableció una nueva marca de temperatura media de 26.4ºC en junio y en Suiza hubo noches por encima de los 25ºC.
“Como consecuencia del calentamiento, hubo un desplazamiento generalizado de las isotermas, de tal manera que en la península se registraron valores típicos del norte de África y en la islas británicas, los valores fueron típicos de la península”, dijo Antonio Sánchez, profesor del departamento de física de la Tierra y astrofísica de la facultad de ciencias físicas de la Universidad Complutense de Madrid (España) y coautor de la revisión de la mega ola de calor de 2017.
El calor empezó en la península Ibérica y fue aquí donde más fuerte golpeó. La anomalía térmica empezó en abril, con temperaturas por encima de las habituales durante ese mes y el siguiente. En la semana pico, del 14 al 20 de junio, la península experimentó anomalías de casi 10ºC a ras de suelo. Fueron los días del incendio que mató a 60 personas en Portugal. En otras zonas de Europa occidental la anomalía superó los 5ºC.
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“Esta mega ola de calor estuvo provocada por la existencia de una dorsal subtropical que fue la más intensa que se haya registrado en junio y que provocó un desplazamiento de aire subtropical hasta la zona del oeste de Europa y el este del Atlántico”, explicó Sánchez.
El análisis, publicado en Geophysical Research Letters, señala a la entrada de esta masa de aire subtropical desde el sur, un fenómeno más propio de los meses de julio y agosto.
Ese carácter tempranero es lo que más destacan los autores del estudio. Mega olas como la de 2017 las ha habido en 2015, en 2010, en 2007 o en 2003 en distintas partes de Europa. Desde 1950, desde que hay registros de estos fenómenos, se han producido una decena de ellas.
Combinadas, las de 2003, en Europa occidental, y la de 2010, en Rusia, acabaron con la vida de unas 150,000 personas y provocaron pérdidas de más de 20,000 millones de euros. Pero nunca, desde que hay datos, se había producido una ola de calor tan intensa tan temprano.
“Este adelanto puede facilitar las olas de calor”, comentó la investigadora y profesora del área de física de la Tierra de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla), Cristina Peña, coautora de una investigación sobre el alargamiento del verano desde mediados del siglo pasado. El trabajo muestra cómo el estío cada vez empieza antes y acaba más tarde. Lo primero abre la puerta a que las olas de calor, grandes y pequeñas, lleguen también antes.
Desde 1950, el verano ha durado 2.4 días más cada década. El fenómeno es mucho más acusado desde 1980, con incrementos de hasta 12 días, casi medio mes. Los datos son de toda Europa, pero se deben a un doble fenómeno: la estación estival empieza antes, en especial en el occidente de la Europa continental y acaba más tarde, en especial en el este europeo.
Buena parte de este alargamiento del verano es natural y cíclico, se debe a la influencia de la oscilación multidecadal atlántica (AMO), un patrón en el que las aguas superficiales del Atlántico norte se calientan y vuelven a enfriar cada varias décadas. Ahora está en la fase cálida, lo que afecta al clima de toda Europa occidental.
“Pero la AMO, por sí misma, no puede explicar todo el adelanto del verano. Solo si incluimos al cambio climático, se explican las tendencias observadas”, sostiene Peña.
Este texto apareció originalmente en el diario El País, puedes encontrar el original aquí.
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