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El expresidente chileno Ricardo Lagos incide en esta tribuna en la necesidad de saber mejor lo que se planea extraer, dónde y por quién. En palabras de la vicepresidenta electa de EE.UU., una “OPEP a la inversa”.
Éste es un artículo de opinión, su contenido expresa la postura de su autor, Ricardo Lagos.
El covid-19 ha devastado la salud y la economía mundiales en los últimos 12 meses. Ahora que se acerca la posibilidad de la vacunación masiva, tenemos que aprender urgentemente de las lecciones que nos ha dejado, no solo para estar más preparados frente a otras pandemias, sino también frente a la amenaza existente aun mayor del cambio climático.
En esta etapa ya podemos sacar las conclusiones claves. Primero: la cooperación multilateral es esencial. Ningún país podrá abordar por sí solo ni la pandemia ni la crisis climática, sin importar qué tan grande o fuerte sea. Ni el covid-19 ni el cambio climático se detendrán ante las fronteras o las definiciones engañosas de soberanía nacional.
Segundo: las decisiones se deben tomar de forma urgente, pero en vistas de las consecuencias a largo plazo. Los políticos deben pensar más allá del ciclo desenfrenado de noticias ininterrumpidas y de las agendas electorales para reconocer que las decisiones de hoy afectarán a las generaciones por nacer.
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Tercero: los datos transparentes, integrales, confiables y accesibles son clave a la hora de formular estrategias políticas y económicas apropiadas. Cuanta más información tengamos a nuestra disposición, mejor podremos entender los desafíos que encaramos y avanzar en soluciones sostenibles de largo plazo.
Luego de tantos años de ofuscación y negación, empieza a surgir un consenso entre jefes de Estado y líderes empresariales y de opinión pública: persistir en el uso y la extracción de combustibles fósiles es incompatible con los compromisos adoptados bajo el Acuerdo de París y el objetivo de limitar el aumento de la temperatura global a un máximo de 1.5°C.
En la última Cumbre sobre la Acción Climática del 12 de diciembre, el Reino Unido —cuya ciudad de Glasgow será la sede de la cumbre del clima de la COP 26 en noviembre de 2021— prometió finalizar, para principios de 2021, todo el apoyo financiero que brinda para proyectos de combustibles fósiles en el exterior. Suecia también prometió finalizar los créditos de exportación para la producción de combustibles fósiles llegado el 2022, mientras que Francia propone dejar de financiar las exportaciones de petróleo en 2025 y de gas en 2035.
Estos son pasos positivos y bienvenidos, y espero que otros países sigan el ejemplo. Pero permanece el problema fundamental: aún no conocemos la cantidad total de las reservas y los activos de combustibles fósiles.
Hasta ahora, los Gobiernos se han concentrado en implementar políticas climáticas para reducir la demanda de combustibles fósiles. Pero esto nunca será suficiente mientras sigan alentando la oferta.
Necesitamos un enfoque coordinado e internacional para reducir la producción de combustibles fósiles, y esto solo será posible con una mayor transparencia y rendición de cuentas por parte de los Gobiernos. Nos exige tener un panorama más claro de la producción de combustibles fósiles y de las emisiones de CO₂ integradas en productos. Con las mejoras tecnológicas en la provisión de energía, podremos planificar una reducción colectiva y controlada.
Antes de comenzar, necesitamos conocer mejor lo que se planea extraer, dónde y por quién. Qué se mide, qué se gestiona; pero todavía no tenemos un registro global integral y transparente de todos los activos y las reservas de combustibles fósiles.
Un registro de este tipo nos podría indicar las emisiones futuras relacionadas con cada pozo, o brindar una base de datos de las futuras emisiones de dióxido de carbono, bajo la forma de proyectos de combustibles fósiles tanto existentes como planeados.
Es esencial un registro del carbono si los Gobiernos desean asumir la responsabilidad de la producción, y sus emisiones de CO₂ asociadas, en su propio patio trasero. Los países con una producción menor de combustibles fósiles como Belice, Costa Rica, Francia, Dinamarca y Nueva Zelanda han promulgado prohibiciones parciales o totales de la exploración y extracción de petróleo y gas en los últimos años. La vicepresidenta electa de los Estados Unidos, Kamala Harris, ha propuesto una idea similar; lo que llamó una “OPEP a la inversa”.
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La creación de un registro integral del carbono les mostraría a los Gobiernos e inversores dónde se ha vuelto urgente cancelar las nuevas licencias de exploración y el gasto de capital. Un registro de acceso público, ya sea propiedad del Estado o de los inversores, permitiría que todas las partes interesadas puedan evaluar la situación y armar un plan para el cese controlado de proyectos pendientes o propuestos; dicho de otro modo, una transición justa.
La recuperación económica de la covid-19 plantea la oportunidad de fomentar el liderazgo y el apoyo de empresas, ciudades, regiones e inversores para construir un futuro saludable, resiliente y con cero emisiones.
En nuestra recuperación global no podemos dejar a nadie atrás si realmente queremos “reconstruir mejor”. Los países vulnerables enfrentan una amenaza colectiva sin precedentes contra la vida humana, la pérdida de sus fuentes de ingresos y la devastación económica. Para que los países más pobres emprendan una “recuperación verde” de la covid-19, necesitarán apoyo financiero.
Este nuevo año estará sin duda atravesado por debates intensos y complejos. La mejor manera de que estas discusiones sean lo más relevantes y precisas posible es que estén basadas en los datos más completos y confiables que tenemos a nuestra disposición.
Un registro del carbono sería un primer paso fundamental: Espero que, en 2021, los líderes políticos, empresariales y líderes de opinión trabajen juntos para hacerlo realidad.
Este texto apareció originalmente en El País, puedes ver el original aquí.
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