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La pérdida de áreas forestales en todo el mundo alcanzó en 2016 un nivel récord de 29.7 millones de hectáreas, equivalente a la superficie de Nueva Zelanda, según estimaciones publicadas por el Global Forest Watch (GFW).
Este aumento del 51% en un año se explica principalmente por los numerosos incendios que se desataron en el mundo el año pasado. Se espera que los recientes fuegos que arrasaron California (Estados Unidos) y Portugal eleven la cifra de bosques destruidos en 2017 a un nuevo récord, según el informe.
El fuerte aumento de los incendios forestales en 2015 y 2016 está relacionado en parte por los efectos de la corriente cálida del Pacífico El Niño, la segunda más intensa jamás registrada, que creó condiciones muy secas en los trópicos.
Según GFW, una asociación de monitoreo forestal lanzada por el organismo de investigación World Resources Institute (WRI), el cambio climático también está aumentando la intensidad y las consecuencias de los incendios forestales.
La deforestación relacionada con la agricultura, la tala y la minería también contribuyeron a la significativa reducción de los bosques en 2016.
Brasil, Indonesia y Portugal, en particular, experimentaron grandes pérdidas de áreas forestales por incendios en 2016. La región amazónica brasileña perdió 3.7 millones de hectáreas, más del triple de 2015.
Portugal, en tanto, perdió el 4% de su superficie boscosa, la mayor proporción de todos los países combinados y casi la mitad de los bosques calcinados en toda la Unión Europea.
Según el informe, la prevalencia del eucalipto, que se quema fácilmente, combinada con una mala gestión de los suelos y la falta de medidas preventivas como los cortafuegos, favorecieron las catástrofes.
La República del Congo sufrió el mayor incendio forestal jamás reportado en África Central, con 15,000 hectáreas destruidas a principios de 2016.
En Fort McMurray, Canadá, las llamas devastaron más de 600,000 hectáreas en mayo y causaron daños por $8,800 millones.
Los incendios forestales y la deforestación pueden llevar a un aumento de muertes prematuras, enfermedades y un impacto económico muy negativo, advirtió el informe, señalando que también pueden afectar las fuentes de agua, la biodiversidad y la liberalización de grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera.
Este texto apareció originalmente en el diario El Telégrafo, puedes encontrar el original aquí.
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